REPORTE DE PUERTO RICO

La balada de los jefes de policía de Sila

por John Marino

12 de diciembre de 2003
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. El mayor fracaso de la Gobernadora Calderón durante su único período en el poder probablemente sea su incapacidad para cubrir uno de los puestos más duros de la isla — escoger un Jefe de policía que asuma el mando de los 19.000 integrantes del cuerpo de policía de Puerto Rico.

La gobernadora finalmente confirmó esta semana algo sobre lo que la prensa local había estado especulando hace tiempo, que el Superintendente de policía Víctor Rivera dejaría su puesto al finalizar el año.

Han habido tres jefes de policía en otros tantos años bajo la administración Calderón, y el anuncio de esta semana de la Gobernadora significa que habrá un cuarto que, esperamos, llegará hasta el final del mandato de cuatro años de la Gobernador el próximo diciembre.

Ni uno solo de ellos ha sido capaz de dejar huella en el cargo durante su breve permanencia de un año, y aunque este trabajo requiere mucho más, nadie debería esperar que el cuarto jefe de policía de la gobernadora lo haga.

Esta revelación no podía llegar en peor momento, ya que coincide esta semana con el descarado asesinato el lunes por la mañana de cuatro jóvenes a la salida de un destacado club nocturno de Santurce, justo fuera de la zona turística de Condado.

Se trataba del octavo asesinato múltiple en lo que va de año, y se produce en un momento en que la preocupación por el crimen está llegando a su punto álgido.

Recientemente, un asesinato triple se produjo en la tarde de un día laborable en el aparcamiento de un centro comercial, seguido de un triple asesinato en un pub de Bayamón y el absurdo asesinato de un estudiante de la escuela superior de 16 años, abatido por una bala perdida mientras conducía hasta su casa, atrapado en el fuego cruzado de las luchas entre los señores de la droga.

No es un buen momento para cambiar de jefe de policía. El sentido de seguridad de los ciudadanos es muy semejante al del consumidor, se basa tanto en las apariencias como en los fríos datos innegables. Los abreviados períodos de servicio de los principales policías de la gobernadora han contribuido a socavar la imagen del cuerpo de policía llevando a cabo un plan contra el crimen, y en su lugar han trazado la imagen de un organismo público sin dirección que lucha por poner freno al crimen.

Un cuarto jefe de policía solo reforzará la sensación en el público de que la administración no tiene una rienda firme sobre el problema del crimen.

La marcha de Rivera es especialmente preocupante porque había comenzado a desarrollar un cierto dinamismo en su puesto. El índice de criminalidad, que sobrepasaba el del año pasado, ha bajado recientemente por debajo del recuento de muertes violentas del año pasado, aunque el sangriento fin de semana que acaba de pasar, con 18 muertos, haya reducido la diferencia a una docena.

La administración ha gastado mil millones al mes durante los últimos dos meses en pagar horas extraordinarias a los policías, situar más policías en las calles en la zona metropolitana de San Juan, y el resultado parece ser una disminución del crimen.

El gobierno también ha sacado una campaña de relaciones públicas para resaltar sus esfuerzos contra el crimen, y ha destinado unos $90 millones para la adquisición de equipamiento para el Departamento de Policía.

Si Rivera se hubiera quedado, podría haber seguido trabajando sobre estos aparentes logros, y quizás hubiera sido capaz de convencer sinceramente al publico para que sintiera más seguro. Las posibilidades de que su sucesor sea capaz de sacar adelante semejante empresa son mucho más escasas.

Pero el Departamento de policía se ha visto realmente perjudicado por la casi constante rotación en su mando superior durante el mandato de Calderón.

Cada uno de los jefes hizo amplios cambios en el personal y la estructura, siendo el resultado neto que cada cambio acababa con cualquier progreso que se hubiera logrado con el cambio anterior.

El siguiente superintendente de Calderón — quienquiera que sea — deberá evitar retoques injustificados y centrarse en poner en práctica un plan contra el crimen.

La gobernadora y Rivera habían estado negando durante meses que él fuera a dejar su puesto. No obstante, esta semana, ambos dijeron que Rivera estaba tratando de resolver problemas "personales" que le permitirían quedarse.

Entonces, el día después de que el personaje de televisión "La Comay," una cotilla de barrio, dijera que Rivera se marchaba porque este hombre casado tenia una novia embarazada, Calderón confirmó que sería historia para final de la temporada, pero dijo que las razones eran financieras.

La gobernadora dijo que había elegido al sucesor de Rivera, pero añadió que no daría su nombre hasta cuando considerase fuera el "momento apropiado".

Fue una manera poco delicada de anunciar una salida tan importante de su Gabinete, y aumentó su coste político para la administración Calderón.

El trabajo del superintendente de policía es duro, y no hay duda de que quien suceda a Rivera tendrá el trabajo más duro de todo el grupo de jefes de policía de la gobernadora.

Para Puerto Rico, podría ser el nombramiento más importante de la multitud de ellos que ha hecho Calderón durante su breve carrera gubernatorial, ya que tendrá un efecto directo sobre la seguridad pública, o al menos sobre su percepción.

Pero por otra parte, Calderón aún tiene que nombrar un candidato a presidente del tribunal supremo después de que el publico y el Senado, rechazaran de forma abrumadora su primera elección, el Secretario de Estado Ferdinand Mercado.


John Marino, Editor de Ciudad de The San Juan Star, escribe la columna semanal Reporte de Puerto Rico para el Puerto Rico Herald. Su dirección de e-mail es: Marino@coqui.net

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