En un reciente viaje en el área de la Ciudad de Nueva York, me sorprendió oír decir a mis amigos cuanto se hablada últimamente de Puerto Rico en las noticias.
Se trataba en su mayoría, claro, de malas noticias.
"Las cosas están bastante mal allí, ¿eh?", oí decir una y otra vez.
Desde luego, teníamos el brote de meningitis viral que aumentó por encima de las estimaciones hechas en un principio, habiendo afectado hasta ahora a 200 personas y quizás infectando a otras 2.000, sin mencionar la amenaza que suponen las tormentas y la temporada de huracanes que se acerca a su punto álgido.
Pero principalmente, estaban hablando del llamamiento de Guardia Nacional de Puerto Ricoesta vez no para ser enviada al extranjero si no para luchar contra el crimen en las calles de la isla.
Lo cual daba escalofríos a los residentes de Nueva York y Jersey con los que hablaba, en su mayoría amigos, familiares y, claro, taxistas y personas que estaban emborrachándose en el East Village que no son precisamente extraños ante las oleadas de crímenes.
De hecho, durante mi visita, las bandas callejeras locales se hallaban envueltas en una Guerra que causaba una oleada de muertes, incluida la de varios policías en la City y que asolaba zonas urbanas de North Jersey. Y la violencia se estaba extendiendo a los mejores vecindarios de Nueva York, desde los centros urbanos deteriorados hasta algunos de los mejores suburbios al otro lado del rio.
Justamente la semana pasada, The Star-Ledger, con sede en Newark, informó que la policía se hallaba en alerta porque los líderes de las bandas estaban convocando a una revuelta que incluiría matar a policias. Las cosas estaban tan fuera de control en Irvington, New Jersey, que los policías estatales se habían instalado allí y estaban patrullando las calles de la ciudad.
Al argumentar que la situación de la delincuencia en San Juan no era ciertamente peor que la del área de la Ciudad de Nueva York, que después de todo también fue el objetivo del último complot de al-Qaida, y que solo podía ser un poco peor, comenté las próximas elecciones, la historia de la Guardia Nacional de P.R. en la lucha contra el crimen y el hecho de que la violencia tiene lugar principalmente entre bandas de traficantes de drogas.
No sé si convencí a alguien, pero en el proceso me convencí de que el llamamiento de Calderón era un error, aunque solo fuera debido a la mala imagen que daba de Puerto Rico. El interés de los medios de comunicación de EE.UU. en Puerto Rico no había sido tan alto desde que la Marina dejase Vieques.
La situación hoy en día es muy distinta a cuando el antiguo Gobernador Pedro Rosselló llamó a la Guardia al ocupar La Fortaleza en 1993. En aquel momento, se trataba de una nueva administración que se enfrentaba a una situación descontrolada de la delincuencia. La imagen visible de la Guardia tenía como objetivo enviar el mensaje tanto a los criminales como al público en general, de que la lucha contra el crimen iba en serio. Al principio, tuvo su impacto, tanto en un sentido psicológico como concreto.
Pero la estrategia no puede sostenerse a largo plazo, y la administración Rosselló confió en ella durante demasiado tiempo. Como cualquier fuerza de ocupación, la presencia de la Guardia en los proyectos de viviendas era vista a menudo como opresora en lugar de protectora de los derechos de los residentes y de su tranquilidad.
El llamamiento de Calderón, no obstante, es el ultimo esfuerzo de una administración quemada que se ha visto forzada por sus opositores políticos a volver de nuevo al método de "mano dura" de Rosselló para luchar contra el crimen. El llamamiento de la Gobernadora a la Guardia, al menos en un nivel, parece una derrota política.
Y tratándose de la última actuación de una administración que quemó a cuatro jefes de policías en el mismo número de años, el impacto psicológico del llamamiento queda diluido, una sensación que se ve ampliada por el discreto perfil que los miembros de la Guardia Nacional están manteniendo desde la llamada de Calderón.
El índice de asesinatos experimentó un considerable descenso desde que fueron llamados el mes pasado, según los funcionarios de la administración, que dijeron que el ritmo de muertes violentas se había reducido a 16 por encima de la tasa del año pasado según el ritmo antes del llamamiento, que andaba en 33 muertes por encima de la cifra de muertes violentas del año pasado. Al declarar victoria, también citaron las rutinarias detenciones por droga al argumentar que el llamamiento de la Guardia estaba funcionando. Pero las muertes continúan hubo tres asesinatos el domingo y tres el miércoles, por ejemplo.
Ciertamente, el llamamiento de la Guardia no puede perjudicar la lucha contra el crimen y probablemente esté ayudando algo. Pero para la mayor parte de los residentes de San Juan, el llamamiento de la Guardia es mayormente invisible; no hay grandes signos visibles de miembros de la Guardia patrullando en las zonas públicas como se había pensado en un principio. En su lugar, parejas de miembros de la Guardia circulan bastante discretamente en coches patrulla con parejas de agentes de policía. Esto le quita a la operación una parte sustancial de su valor psicológico.
Y aun así, la discreta operación ha despertado no obstante el temor en los visitantes potenciales a punto de viajar a Puerto Rico.
El llamamiento de la Guardia tiene un coste más allá de su precio de casi $2 millones al mes, y solo puede considerarse como una medida temporal. Ganar la Guerra contra el crimen sigue dependiendo de los policías de la isla, cuyo esfuerzo se ha visto perjudicado por los frecuentes cambios de liderazgo bajo la administración Calderón.
John Marino, Editor Gerente de The San Juan Star, escribe la columna semanal Reporte de Puerto Rico para el Puerto Rico Herald. Su dirección de e-mail es: Marino@coqui.net |