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Odios, Mentiras y Miedos Contaminan Nuestro Ambiente
por Guillermo Moscoso
8 de diciembre de 1998
©Marca Registrada 1998
La mayoría de la gente en Puerto Rico está ya
enferma e indignada de tantas y continuas mentiras, odios, miedos,
desinformación, veneno y distorsión de los hechos
que reinan en la campaña política encaminada a la
consulta de estatus político a efectuarse el 13 de diciembre.
Igualmente están enfermos del dale que dale orquestrados
odios y ataques contra el Gobernador Roselló y contra todo
lo que él dice y hace. El odio hacia Roselló y
el llamado a castigarlo el 13 de diciembre, es la orden del día,
sin mencionar las huelgas orquestradas y motivadas políticamente.
Estoy de acuerdo que hay algo apropiado y patriótico en
una pensante y responsable oposición. Y como se ha indicado,
no hay nada más puertorriqueño que el criticar a
líderes políticos. Pero lo que tenemos ahora en
Puerto Rico va más allá de eso. Es un enfermizo
cinismo impulsado por profesionales oradores de las masas. La
situación ha ido más allá de una mera oposición
política y está ahora cerca de una anarquía.
Hablando de las mentiras que contaminan nuestro ambiente, lo
que se dice al efecto de que la estadidad está muerta y
que es imposible para Puerto Rico, gana el primer premio de todas
las mentiras que nos acosan. La desinformación, mentiras,
miedos y distorsión de hechos sobre la estadidad, me obliga
a recordarle a nuestro pueblo lo que dijo, como sigue, en un discurso
en San Juan hacen 28 años el ya fenecidos senador demócrata
por Nuevo México, Dennis Chávez: "En ningún
momento tuvo el Congreso de Estados Unidos la intención
de hacer del Estado Libre Asociado de Puerto Rico una opción
de estatus que no fuera otra que la de un gobierno local transitorio
hacia una eventual estadidad o independencia. El Partido Popular
Democrático ha caído en el abandono el querer implantar
en Puerto Rico un estatus político que es definitivamente
indeseable. Como estado, Puerto Rico podría contribuir
con indecibles beneficios como eslabón o punto de partida
hacia estrechos lazos con América Latina y como un ejemplo
para países subdesarrollados. Los opositores a la estadidad
dicen que ésta sería desastrosa para Puerto Rico.
Esto es falso. Para los puertorriqueños, la estadidad
les traería incalculables beneficios. Una completa ciudadanía
americana a la par con los ciudadanos americanos de otros estados,
implicaría responsabilidades al igual que privilegios.
Estas responsabilidades con electos senadores y representantes
en el Congreso, con voz y voto, y pagando impuestos federales
para contribuir al gobierno federal (deducibles de impuestos estatales)
más que ser una carga, pondría a los puertorriqueños
en un nivel igual psicológicamente a los ciudadanos de
otros estados. Oímos fervientes argumentos al efecto que
las concesiones que Puerto Rico ofrece a los inversionistas constituye
un factor decisivo para atraer industrias a la isla. Yo creo
lo contrario. La inseguridad política que surge de un
estatus político como el actual, que es "ni-fu ni-fa",
es la mayor barrera para la inversión de capital en la
isla. Se puede lógicamente argumentar que entre los beneficios
bajo la estadidad se encuentran la eliminación de restricciones
a productos importados por Estados Unidos, una mayor participación
en contratos para la defensa nacional, a través de la voz
y voto en el Congreso, además de un aumento en el capital
de inversiones. Estos tres factores compensan por largo las
pérdidas que pudieran tenerse por el pago de impuestos
federales. Yo creo que las ventajas económicas, culturales,
psicológicas y estratégicas justifican por mucho
la estadidad para Puerto Rico. En cuanto a la independencia,
creo que sería el paso más desastroso que Puerto
Rico podría dar" (final de la cita).
Se ha dicho que nuestra herencia hispánica y el idioma
español descalifican a Puerto Rico para la estadidad.
Pero no se ha dicho que apesar de la historia multicultural y
de varios idiomas, fuera del inglés, territorios de Estados
Unidos, tales como fueron Nuevo México, California, Luisiana,
Hawaii, Alaska y Colorado, se admitieron como estados de la Unión.
En 1868, cuando Colorado era un territorio de Estados Unidos-como
lo es Puerto Rico ahora-sus leyes territoriales eran publicadas
en inglés, español y alemán. Lo mismo en
el caso de documentos públicos, mensajes del gobernador
y el código de procedimiento civil. No hace mucho que
vino a Puerto Rico la congresista por Colorado, Patricia Schroader,
quien se opuso a que el inglés fuese el idioma oficial
de ese estado. Dijo ella aquí lo siguiente: "A la
gente de un estado no se le puede decir que idioma es o no es
oficial". Esto explica por qué la Constitución
de Estados Unidos y el Congreso no han establecido un idioma oficial
para Estados Unidos y el asunto del idioma se ha dejado a la discreción
de los estados de la Unión. En lo que respecta a reclamos
al efecto de que bajo la estadidad perderíamos nuestra
herencia hispánica y nuestro idioma español, me
permito citar las siguientes palabras del ya fenecido presidente
Franklin D. Roosevelt, pronunciadas en 1937: (que refleja la política
actual de Estados Unidos) "Puerto Rico es una isla densamente
poblada. Muchos de sus hijos e hijas buscarán oportunidades
económicas en el continente, pero les sería difícil
si no tienen un dominio del inglés. Es obvio que ellos
deben retener su cultura española. Claramente, no hay
el deseo, ni la intención, de privar a los puertorriqueños
del goce del legado de su rica cultura española".
Digna de recordarse también son las siguientes palabras
del fenecido Senador Dennis Chávez: "Es mi deseo
que los puertorriqueños aprendan inglés para que
no vivan al borde de nuestra vida política, económica
y social. Esto, sin perder absolutamente nada de los valores
de la civilización española, incluyendo el idioma
español".
En conclusión, la estadidad para Puerto Rico no ha muerto,
no es imposible y no ha sido rechazada por el Congreso porque
si una legítima opción descolonizadora de estatus
bajo las disposiciones de la Resolución 1541 de las Naciones
Unidas (integración a una nación soberana) aprobada
en 1960 y de la cual Estados Unidos fue signatario.
Solamente los puertorriqueños podrán derrotar la
estadidad. Es así que es imperativo que se demuestre convincentemente
el 13 de diciembre que el pueblo de Puerto Rico desea la estadidad
y que, en lo posible, desea integrarse en las estructuras políticas,
económicas y sociales de Estados Unidos sin renunciar y
darle la espalda a su básica herencia hispánica.
Debemos comprender que todo lo bueno en la vida tiene su precio.
Si deseamos iguales plenos derechos políticos bajo nuestra
ciudadanía americana y los beneficios que eso conlleva,
debemos ser estado de la Unión con todos sus privilegios,
y obligaciones, y debemos olvidarnos de tales cosas relativamente
triviales como lo son el tener un equipo olímpico y participar
en el concurso de Señorita Universo como una nación
separada.
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