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SAN JUAN STAR
Opinión
Isla deja el asunto de status en las manos de Washington,
D.C.
por Neftali Fuster Gonzalez
20 de dicembre de 1998
©Marca Registrada 1998 The San Juan Star
Un padre le preguntó a su hijo cuáles eran sus
planes para el futuro. A pesar de ser ya adulto, el hijo no había
mostrado interés en abandonar el hogar paterno, donde se
le suministraba todo lo que necesitaba para llevar una vida confortable.
Aunque el muchacho podía trabajar y contribuir en parte
a los gastos familiares, se resistía a hacerlo.
El joven consentido simplemente quería continuar viviendo
a expensas de su padre, sin asumir ninguna clase de responsabilidades
en la familia que le daba sustento. Su objetivo en la vida era
continuar recibiendo los beneficios sin tomar obligaciones o responsabilidades.
El hijo consentido no respondió a su benevolente padre.
Al no responder, decidió no decidir.
Eso es precisamente lo que ocurrió en Puerto Rico el
13 de diciembre. A nuestros votantes se les pidió que decidieran
su futuro, escogiendo entre cuatro diferentes opciones de status.
Además de las cuatro opciones, la votación ofrecía
una quinta columna -que no había sido incluida en ninguno
de los plebiscitos previos- destinada a brindar una oportunidad
de expresión a aquellos votantes que no quisieran dar su
apoyo a ninguna de las cuatro opciones del comicio.
Los resultados del plebiscito ya se conocen. La petición
de estadidad recibió el respaldo casi unánime de
los votantes, que concurrieron al comicio para resolver el permanente
problema del status. Pero la realidad es que el 50 % de los votantes
decidió no decidir.
Cada una de las fórmulas de status incluidas en la votación
-la libre asociación, la estadidad y la independencia-
eran opciones viables para terminar con el colonialismo. Cualquiera
de esas tres opciones se habría constituido en un mensaje
al Congreso de los EE.UU y al mundo, sobre nuestra determinación
de poner fin a la inferioridad política de Puerto Rico.
Tras cuatro siglos de colonialismo español, y un siglo
y tres días después de la firma del Tratado de París,
del 10 de diciembre de 1898, aguardabamos una decisión
a favor de la descolonización. Teníamos la esperanza
de que los puertorriqueños reclamarían su puesto
entre los pueblos libes del mundo, ya sea convirtiéndose
en el estado 51º de nuestra nación, o en una república
asociada o independiente.
Cada una de las opciones del plebiscito otorgaba dignidad,
libertad y orgullo a los puertorriqueños. Pero cada una
de las tres fórmulas de status implicaba la asunción
de ciertos deberes y responsabilidades.
Desafortunadamente, el 50% de los votantes -al igual que el
joven consentido de nuestra historia- decidió no decidir.
Hubo otros factores involucrados en el proceso plebiscitario
que no deberían ser ignorados.
Edmund Burke, el gran político británico, dijo:
"Ninguna pasión priva tan efectivamente a la mente
de sus facultades de actuar y razonar como el miedo". Con
certeza, el miedo fue un elemento importante en la campaña.
Hubo miedo de perder el idioma español, al impuesto a la
propiedad, a ser un territorio incorporado. Y más que nada,
hubo miedo a asumir responsabilidades.
Otro factor que contribuyó a los resultados del plebiscito
fue el fuerte deseo de muchos votantes de hacer llegar un mensaje,
pero no a Washington, sino a La Fortaleza. Esos votantes perciben
que no son escuchados, que su voluntad y sus opiniones no son
tenidas en cuenta en el momento de tomar decisiones. El mensaje
de protesta de aquellos votantes es un recordatorio de una premisa
fundamental de la democracia: entre los gobernantes y los gobernados
debe haber una recíproca comunicación.
El plebiscito del 13 de diciembre fracasó en su propósito
de suministrar una clara orientación al Congreso de los
EE.UU. sobre cual es la voluntad popular. Pero sin dudas ha dejado
muchas lecciones que deben ser aprendidas por nuestros líderes.
El proceso plebiscitario también clarificó ciertos
hechos. Uno de ellos es que el Nuevo Partido Progresista (NPP)
es la mayor fuerza ideológica de Puerto Rico. A pesar
de la campaña efectuada por tres programas de noticias
de la televisi_f3n, de El Nuevo Día, y de los esfuerzos
concertados de los sindicatos, las organizaciones izquierdistas
estudiantiles y muchos activistas con influencia en los medios
informativos, el NPP retuvo el porcentaje de votantes que había
obtenido en el plebiscito de 1993. Y, como lo ha demostrado a
lo largo de su historia, el NPP tiene un gran potencial para incrementar
su homogénea fuerza electoral.
Ese no es caso del Partido Popular Democrático (PPD).
La columna "ninguna de las anteriores" consiguió
785.000 votos. Sin embargo, en el plebiscito de 1993 la fórmula
del Estado Libre Asociado había obtenido 826.000 sufragios.
Por lo tanto, hubo una reducción de más de 41.000
votos. Para obtener el 50% de los votos en su columna, el PPD
debió transformarse en una amalgama que incluyó
a la extrema izquierda, a aquellos votantes que por diversos motivos
se sentían agraviados y a los que carecen de ideología
fija.
El gran perdedor del plebiscito es el movimiento independentista.
En 1993, la opción por la independencia recibió
el 44% de los votos. El domingo, recaudó apenas el 3%.
En una de mis columnas recientes, dije: " No obstante,
si del plebiscito no surge una opción clara y -como lo
anhela el PPD- continúa la actual paralización,
entonces Washington decidirá por nosotros".
Puerto Rico decidió no decidir. La decisión está
ahora en manos de Washington.
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