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El movimiento de la estadidad federada: cien años de evolución

Ponencia presentada durante la Semana de Puerto Rico en la Casa de América, Madrid.
Panel: El futuro político-cultural de Puerto Rico

por Gonzalo F. Córdova

4 de noviembre de 1998
©Marca Registrada 1998 G. Córdova


A los pocos días de comenzar la Guerra Hispanoamericana, el Gabinete Autonómico publicó un manifiesto afirmando que Puerto Rico nunca renunciaría a la bandera española y lucharía por una victoria. El Gabinete estaba formado por los seguidores locales del monárquico Partido Liberal Fusionista peninsular y por los republicanos del Partido Autonomista Histórico insular. Luis Muñoz Rivera dirigía a los fusionistas y José Celso Barbosa a los históricos. Bajo la presión del bloqueo naval, el gobierno español en la Isla comenzó a debilitarse. El Instituto de Voluntarios (el grupo compuesto por los pro-españoles), uno de los pilares principales se desintegró en forma alarmante. La invasión americana ocurrió el 25 de julio y para el 12 de agosto las hostilidades habían cesado.

El cambio de soberanía comenzaba su proceso. Los líderes empezaron a adaptarse a las nuevas realidades políticas. Los históricos, con Barbosa, redactaron un documento el 27 de agosto acatando la soberanía americana y aspirando a constituir a Puerto Rico en un estado de la "Unión para afirmar la personalidad del pueblo puertorriqueño". Muñoz Rivera (fusionista) se declaró a favor de la estadidad en el New York Herald y llamó a los Estados Unidos "nueva patria". Un supuesto independentista, Evaristo Izcoa Díaz, le escribió al Presidente William McKinley informándole que los españoles "nos dejaban al partir, su idioma, algo de sus costumbres y muchos de sus vicios" y que el pueblo había "recibido como enviados del cielo las huestes salvadoras de la Unión Americana, que rompían para siempre sus cadenas de esclavo de una patria degenerada e inmoral: el pueblo de Puerto Rico por primera vez comparece ante vos, y solemnemente hace sus más sinceros voto de adhesión y cariño hacia la nueva Patria que le redime...". En entrevista periodística, Eugenio M. de Hostos declaró que Puerto Rico debía ser un territorio americano y no ser una colonia sin amplia autonomía; debíamos ser americanos de primera clase y no de segunda como en tiempos de España. En la Casa Blanca, Muñoz Rivera le indicó al Presidente McKinley "que todos los puertorriqueños" eran "adictos a la Unión americana". Ya en San Juan afirmó que "para ser nosotros buenos y leales puertorriqueños, no podemos ser, no debemos ser, no queremos ser, en absoluto, y sin reservas, otra cosa que buenos y leales americanos".

La razón por la cual Barbosa y sus seguidores del Partido Histórico fundaron el Partido Republicano Puertorriqueño (4 de julio de 1899), no se debió a que los líderes estuviesen deslumbrados por las instituciones de gobierno de los Estados Unidos ni por la gran pujanza económica de dicho país, ni tampoco a la americanización de Barbosa cuando estudiaba medicina en la Universidad de Michigan. Los cimientos del ideal estadista puertorriqueño se encuentran en el republicanismo español de la segunda mitad del siglo XIX, cuyo ideólogo principal lo fue el federalista catalán Francisco Pi y Margall. La mayoría de los miembros del Partido Autonomista del 1887 eran republicanos federalistas. Para su líder Román Baldorioty de Castro "la asimilación federativa" era "la autonomía de la provincia" de Puerto Rico. Por tal razón, la mayoría de nuestro liderato político a principios del siglo XX creía en la estadidad federada. Muñoz Rivera capitaneaba desde el 1 de octubre de 1899 el Partido Federal Americano. Había pues, entre los políticos insulares, un consenso sobre cuál debería ser el status, o sea, el estado político definitivo de la Isla. Republicanos y federales aceptaban con entusiasmo la anexión a los Estados Unidos. Los dividían, desafortunadamente, los procedimientos, los personalismos y las acciones pasadas.

Aunque el liderato político puertorriqueño y otros liberales en Washington, entre ellos el Senador Foraker, deseaban un gobierno territorial que de por sí incluía la ciudadanía americana, la carta orgánica que se aprobó seguía los parámetros de la mentalidad conservadora que imperaba en los Estados Unidos. Puerto Rico tenía un 85% de analfabetos (España un 65%) y se estimaba que no estaba preparado ni para la independencia, ni para un gobierno propio amplio. La Ley Foraker era una versión americana de las leyes especiales. Esta Acta convirtió a Puerto Rico en un territorio no incorporado libre de pago de contribuciones federales.

El Partido Republicano se nutría de las clases profesionales, la clase media, los artesanos y los negros. El Partido Republicano obtuvo la mayoría legislativa de 1900 a 1904 y tuvo la responsabilidad de usar los poderes limitados que le otorgaba la Ley Foraker para ayudar a administrar al país junto a un gobernador nombrado por Washington. Los republicanos tuvieron la difícil y delicada labor de adoptar el sistema político americano a la realidad colonial insular. Durante esos cuatro años aprobaron las bases legales para el Puerto Rico del siglo XX. La legislación significativa incluyó: el juicio por jurado; el habeas corpus; comienzos de la primera legislación laboral; la libertad de religión, palabra y prensa; los códigos político, civil, penal, criminal y de procedimiento; la ley de contribuciones; la nueva ley electoral que otorgaba el voto a los analfabetos; el español y el inglés como idiomas oficiales; el establecimiento del sistema escolar público; de becas para estudiar en los Estados Unidos; de escuelas industriales; de la Universidad de Puerto Rico; el puesto de historiador oficial de Puerto Rico; y la creación de la policía insular.

En el 1904, la Unión de Puerto Rico (la reorganización del Partido Federal) ganó las elecciones y los republicanos pasaron a ser una minoría legislativa. Desde 1906 al 1914 los copos unionistas sacaron a los republicanos de la legislatura. Mas sin embargo, los republicanos, conservaban docena y media de alcaldías de un total de sesenta y tantos municipios. Las leyes aprobadas por los unionistas continuaron generalmente con lo ya legislado por los republicanos.

Barbosa continuaba su lucha política a través de su periódico El Tiempo. Nunca creyó en la independencia para Puerto Rico y detestaba el caudillismo, el militarismo y las revoluciones interminables que asolaban las repúblicas hispanoamericanas. Consideraba que el sistema de gobierno de los pueblos anglosajones era vastamente superior al de los pueblos latinos. La americanización para Barbosa no era incompatible con el patriotismo isleño, más bien era el instrumento vital para lograr la justicia social y el progreso económico. Para él, la unidad política con los Estados Unidos no implicaba disolver la personalidad cultural del pueblo puertorriqueño. La asimilación política no era sinónimo de asimilación cultural. Estaba convencido que la lengua de Calderón podía coexistir con la de Shakespeare creando así un pueblo más educado y dinámico. No era su interés borrar los aspectos positivos de la herencia hispánica en Puerto Rico, como tanto se ha dicho.

Durante las primeras dos décadas, los republicanos lucharon sin cesar para obtener la ciudadanía americana y lograr mayores poderes políticos. Los republicanos encontraron un importante aliado en Santiago Iglesias. Este gallego, admirador de Pi y Margall, refugiado de la Cuba de Weyler, se dedicó, desde 1896, a organizar el movimiento obrero con la ayuda de la Federación Americana del Trabajo. En 1915, fundó el Partido Socialista forjando una fuerza electoral principalmente entre el proletariado rural. Los socialistas veían en la ciudadanía americana una garantía de las libertades económicas y políticas. Al otorgársele la Ley Jones a Puerto Rico en 1917, la cual, entre otras cosas, concedía la ciudadanía americana, los socialistas entraron en la legislatura y en las alcaldías cambiando progresivamente la política. Las banderas rojas asustaban enormemente al liderato unionista y a las corporaciones azucareras, tabacaleras y de la industria de la aguja. También en Washington se preocupaban. Los republicanos y los socialistas comenzaron a buscar arreglos políticos.

José Tous Soto era el presidente del Partido Republicano y desde 1920 estaba negociando un entendido político con Iglesias. Luego de un viaje a Washington en 1924, hizo una alianza con los unionistas, con el beneplácito del gobernador. Como los unionistas tenían entonces en su programa político una forma de estado libre asociado, los republicanos se dividieron. Rafael Martínez Nadal tomó el liderato defendiendo la estadidad debido a la entrega ideológica de Tous Soto. Se fundó el Partido Republicano Puro y se hizo una coalición con los socialistas.

Martínez Nadal dedicó su vida, desde 1924 hasta su muerte en 1941, a consolidar el ideal estadista. A pesar de haber vivido en Barcelona entre 1891 y el 1904, no ha habido en la historia de Puerto Rico un líder más criollo que éste. Para él, la estadidad no era una cuestión de pesos y centavos sino un anhelo legítimo de libertad. Desde la presidencia del Senado (1933-1940) y junto con Iglesias en el Congreso federal, se presentó el primer proyecto de estadidad que celebró vistas públicas en 1935, luego de que éste fuera aprobado por la legislatura en San Juan.
La década del 1930 fue turbulenta en todo el mundo. Puerto Rico no fue una excepción. El movimiento nacionalista tuvo un gran empuje bajo Pedro Albizu Campos. Este criticaba severamente a los Estados Unidos, a los gobernadores americanos en San Juan y a los socialistas. Es importante señalar que él nunca lanzó un solo ataque contra Martínez Nadal.

Durante este década, Luis Muñoz Marín, hijo de Muñoz Rivera y colaborador de Iglesias en la década del 1920, comenzó a forjar un nuevo espacio político uniendo el pragmatismo de su padre con el socialismo. Sus creencias independentistas pasaron a un segundo plano fundando el Partido Popular Democrático. Según Muñoz Marín, el status de la Isla no se decidiría en las elecciones. Éstas serían para elegir un gobierno de cambio social. El status se decidiría en referéndum y plebiscitos separados de las elecciones.

La muerte de Iglesias en 1939 y la enfermedad de Martínez Nadal provocaron divisiones en los partidos socialista y republicano. La coalición republicana-socialista perdió en 1940 el control de la legislatura y las alcaldías. Esto dio inicio a los cambios de Muñoz Marín que lograrían la modernización del país. La economía agrícola comenzó a decaer dando paso a la industrialización. La clase media desplazó al campesinado, se eligió por primera vez en 1948 al gobernador (Muñoz Marín) y se creó el Estado Libre Asociado en 1952. Durante casi dos décadas los populares ganaron en los setenta y seis municipios de la Isla.

Con la muerte de Martínez Nadal se creó un vacío en el liderato estadista. En las elecciones de 1952 los estadistas llegaron en tercer lugar, obteniendo menos votos que el Partido Independentista Puertorriqueño; y los socialistas desaparecieron. Los populares acusaban a la estadidad de estar asociada con la vieja industria azucarera exploradora del jíbaro campesino. Además, la estadidad no se le iba a otorgar a Alaska ni a Hawaii debido a que no eran lugares continuos a los cuarta y ocho estados y tenían otras razas y culturales. Esta aseveración, que se creía entonces como dogma de fe, se desplomó en 1959 cuando se les otorgó la estadidad.

En las elecciones de 1956 el Partido Estadista Republicano presentó a Luis Ferré como candidato a la gobernación. Ingeniero graduado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) en la década de 1920, pertenecía a una familia de nuevos industriales. Ferré le dio importancia a la cooperación entre el obrero y el capital en una época en que esto no era común. Poco a poco, comenzó a ser reconocido como un industrial progresista, que además, siempre encontraba tiempo para la vida cultural. Comenzó una larga carrera como líder cívico en el Club de Leones que lo llevaría por toda la Isla. Ayudó a fundar en 1948 la Universidad Pontificia de Puerto Rico y en 1956, el célebre Museo de Ponce con pinturas adquiridas para su colección particular.

A fines de la década del 1950, el Partido Popular comenzó a buscar la manera de perfeccionar el Estado Libre Asociado eliminándole los vestigios coloniales por medio de legislación en el Congreso federal. De esta manera se intentaba también frenar el aumento de los electores estadistas entre la creciente clase media que buscaba asegurar su nueva prosperidad. Para esto, se estableció la Comisión del Status, a mediados de los años 60, luego de abandonar Muñoz Marín la gobernación en 1964. Esta Comisión recomendó que se celebrara un plebiscito entre las tres fórmulas: el estado libre asociado, la estadidad y la independencia. En las elecciones de 1960 y 1964 Ferré había obtenido un mayor respaldo para la estadidad. Ésta había comenzado en el 1952 con un 13% y en 1964 aumentaba a un 35%. El Estado Libre Asociado continuaba sólido, aunque había bajado de un 64% a un 59%.

El crecimiento de los estadistas se debía, en parte, al aumento de los fondos federales para el país. Con el Nuevo Trato del Presidente Franklin Roosevelt, y al trabajo de Iglesias en el Congreso, se dio el inicio de las grandes aportaciones de dineros federales. Éstas continuaron en aumento en las siguientes décadas reduciendo la pobreza y solidificando a la clase media.

El liderato principal del Partido Estadista se oponía al plebiscito, pues lo veían como una estrategia para fortalecer el Estado Libre Asociado y, por supuesto, no obligaba al Congreso a actuar. Más que un auténtico plebiscito, todo se reducía a un concurso de simpatías. Ferré argumentó que el ideal de la estadidad no se abandonaba y organizó un grupo conocido como Estadistas Unidos para hacer la campaña. El Estado Libre Asociado obtuvo el 60% de los votos, la estadidad aumentó al 39% y la independencia (el Partido Independentista no participó) el .6%. La gran sorpresa fue que los estadistas ganaran un número de municipios y de distritos representativos, mayormente urbanos, algo que no había ocurrido en décadas. Como resultado, Ferré fundó el Partido Nuevo Progresista en 1968 y de esta manera refundía el ideal de la estadidad en la época contemporánea. El lema exitoso fue el lograr "la estadidad jíbara". La meta del Partido era conseguir reformas para la clase media dándole a la burocracia gubernamental y a las corporaciones públicas el dinamismo de la industria privada. Imitando a los populares, el status ya no sería un asunto para resolver en unas elecciones.

Ferré se postuló por cuarta vez en el 1968 esperando perder una vez más. Pero en el Partido Popular había reventado una lucha interna divisoria. El Partido Nuevo obtuvo el 42% de los votos ganando la gobernación, la Cámara de Representantes (perdió el Senado), el puesto de comisionado residente en Washington y unos municipios muy importantes entre los cuales estaba San Juan, con el joven Carlos Romero Barceló como alcalde. Los estadistas le dieron énfasis al desarrollo de la infraestructura, al turismo y a solidificar las relaciones en Washington. Comenzaba la época del bipartidismo. Los populares montaron una fuerte oposición en el Senado bajo el liderato joven y eficaz de Rafael Hernández Colón. El Partido Popular se unificó de nuevo logrando Hernández Colón derrotar a Ferré en el 1972 con el 46.5% contra el 40% de los votos.

Romero Barceló continuó como alcalde de la capital y asumió las riendas del partido. La campaña se basó en que la estadidad era para los pobres, pues éstos no recibían todos los fondos de bienestar social por ser ciudadanos americanos de segunda clase. Para Romero Barceló, abogado de profesión, la estadidad era una cuestión de derechos civiles. Según él, Puerto Rico no tenía una democracia completa ya que no disfrutaba en el Congreso del derecho al voto sobre asuntos vitales para la Isla. Todavía Puerto Rico sólo cuenta con la voz, pero no el voto, del comisionado residente. En las elecciones de 1976, triunfó en la gobernación y en toda la legislatura.

Por primera vez en el 1976 los estadistas lograron participar localmente en las primarias del Partido Demócrata nacional. De esta forma se fortalecían los nexos entre los políticos insulares con los de los Estados Unidos continentales. Tradicionalmente los estadistas estaban asociados al Partido Republicano nacional y los populares, en forma más limitada, al Partido Demócrata nacional. De ahí en adelante, los estadistas estarían activos en los dos partidos nacionales debido a los procesos primaristas presidenciales que continúan hasta hoy día.
Durante la mayor parte de la década del 1970 y los comienzos de la del 1980, la situación económica de Puerto Rico fue difícil. Esto afectó negativamente los resultados electorales de los gobernadores fortaleciendo el concepto del bipartidismo. En su primer cuatrenio, Romero Barceló no pudo adelantar mucho la causa de la estadidad. En 1976 había ganado con el 48% contra el 45% de los populares; pero en el 1980 retuvo la gobernación por 3,137 votos perdiendo la legislatura.

Mientras tanto, desde 1968, todos los partidos comenzaron a buscar la forma para descolonizar a la Isla por medio de la libre determinación. Entre 1972 a 1976, Hernández Colón intentó infructuosamente de lograr un "Nuevo Pacto" con el Congreso. El tema del status colonial adquirió importancia nuevamente en las Naciones Unidas a finales de los años setenta.

El Partido Nuevo confrontó una división en las elecciones del 1984 recobrando Hernández Colón la gobernación con el 48% de los votos contra el 45% de Romero Barceló. Cuatro años más tarde, Hernández Colón obtuvo un tercer triunfo con el 49% de los votos.

El Partido Republicano nacional ha favorecido la estadidad en su programa durante varias décadas. Comenzando con el Presidente Dwight Eisenhower, todos los presidentes republicanos han hecho declaraciones a favor de dicho status. Los presidentes demócratas, desde Jimmy Carter, han propulsado la libre determinación para Puerto Rico.

Tras las elecciones del 1988, el Presidente George Bush tenía la intención de solicitarle al Congreso que aprobara una ley para celebrar un referéndum sobre el status de la Isla. El día de su toma de posesión, Hernández Colón anunció la convocatoria para la celebración de un plebiscito. Los tres partidos comenzaron a dialogar. En el Senado federal se presentó el Proyecto Johnston. Luego de muchos estudios y vistas públicas, se produjo otro fracaso más en el verano de el 1991. Se consideraba que la razón de este fracaso en el Congreso era que los republicanos conservadores y algunos demócratas temían que ganara la estadidad en Puerto Rico. Consideraban que los Estados Unidos no estaban preparados para aceptar un estado hispanoparlante. Además, los grandes intereses económicos americanos en la Isla que gozaban de exención contributiva federal, al igual que las organizaciones de la burguesía puertorriqueña temerosas del pago de contribuciones federales, se oponían firmemente a la estadidad e influenciaron en los centros de poder en Washington.

Para mantener vivo el debate del status, Hernández Colón propuso, en agosto, convocar a un referéndum para enmendar la Constitución en diciembre. Esta iniciativa se denominó en "Ley de los derechos democráticos". Entre las cosas que proponía era garantizar el español como única lengua oficial de Puerto Rico y la protección de la cultura y de la identidad puertorriqueña. El Partido Popular, el Partido Independentista y los otros grupos anti-estadistas se unieron en un frente a favor del "sí" contra el Partido Nuevo que luchaba por el "no". Las encuestas le daban la victoria al "sí". A pesar de la unión, el "no" sacó el 53% y para sorpresa de todos el "sí" el 45%. Esta contienda consagró al Dr. Pedro Roselló como el nuevo líder de los estadistas.

La Senadora Victoria Muñoz, hija del célebre Muñoz Marín, fue la candidata a la gobernación por el Partido Popular para las comicios del 1992. Su contrincante por el Partido Nuevo fue Roselló. Su programa proponía hacer reformas a la educación y a la salud, fortalecer el turismo y la infraestructura y reducir la criminalidad. Prometió también un plebiscito. El resultado electoral fue el 49% para Roselló, el 45% para Muñoz y el 4% para el Partido Independentista. Romero Barceló fue electo al Congreso como comisionado residente.

Los tres partidos elaboraron sus propias definiciones de status para ser incluidas en la papeleta plebiscitaria del 1993. Los resultados fueron: 48.6% para el estado libre asociado; 46.3% para la estadidad; y el 4.4% para la independencia.

En el 1996 Roselló se postuló nuevamente para la gobernación obteniendo el 51.1% (más de un millón de votos). Los populares sacaron el 44.5% y los independentistas el 3.8%.

Un aspecto de vital importancia que debe mencionarse es el presupuesto del gobierno de Puerto Rico. En el año fiscal 1996-1997 éste sumó 7.5 billones de dólares. De esta cantidad, el 75% provino de ingresos insulares y el 25% fueron aportaciones del Congreso federal. Además, el gobierno federal tiene un número de agencias en la Isla (correos, inmigración, Corte Federal, etc.) que gastaron 814 millones de dólares. Si se suman estos dos renglones de dineros federales, la aportación de Washington asciende del 25% al 48% del presupuesto.

En la Cámara de Representantes federal se presentó, en el 1997, el Proyecto Young para celebrar un plebiscito congresional en el 1998. Se volvieron a repetir los rosarios de vistas públicas y los argumentos ya centenarios. Fue aprobado por un voto. El proyecto no prosperó en el Senado federal. Roselló prometió entonces una ley local para celebrar otro plebiscito. En esta ocasión, y contrario al del 1993, la mayoría legislativa redactó las definiciones de cada opción, para el disgusto de los populares.

Mientras redactaba esta ponencia, el Partido Popular finalmente definió nuevamente la fórmula de desarrollo del estado libre asociado. También acordó participar parcialmente en el plebiscito.

He tratado, a través de estas palabras, presentarles el desarrollo histórico del ideal estadista en Puerto Rico al cumplirse el centenario del cambio de soberanía. ¿Qué nos depara el futuro? Como soy historiador, no politólogo, no puedo predecir el futuro. Éste está en manos del bien activo electorado puertorriqueño y del Congreso federal.


Doctorado en Georgetown University. Catedrático, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, Historia de Puerto Rico.

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