Click here to see this document
in English.
THE SAN JUAN STAR
¡Como que después del día viene
la noche!
por Miriam Ramirez de Ferrer
7 de enero de 1999
©Marca Registrada 1999 The San Juan Star
Mientras que el 97.5% de los puertorriqueños rechazó
abrumadoramente la separación de Estados Unidos en el plebiscito
de diciembre, el 45.2% del electorado eligió la estadidad
como el camino que integraría a la isla al sistema americano
de forma irrevocable. Es alarmante, aunque no del todo imprevisto,
que el 50.2% decidiera no decidir, y cóm reconciliar perpetuar
su ciudadanía americana con el imperativo político
de alcanzar igualdad constitucional con el resto de los estadounidenses.
¿Qué motivó esta decisión? Sería
fácil concluir, como alega el Partido Popular Democrático
(PPD), que la mayoría de los que votaron por la opción
de "ninguna de las anteriores" rechazaron la estadidad
por el status quo del Estado Libre Asociado territorial. Pero
aunque una fácil lectura de los resultados de la elección
sería conveniente, también sería peligrosamente
errónea.
No queda duda de que el prospecto de los impuestos federales
para la elite de Puerto Rico, y no la preferencia de los electores
por el status quo, fue lo que impidió el triunfo categórico
de la estadidad el 13 de diciembre. Al pagar muy pocas o ningunas
contribuciones bajo el poroso aparato de recaudaciones de Hacienda,
el cinco por ciento más acaudalado del país sintió
más temor por la eficiencia del Servicio de Rentas Internas
federal que por el Estado Libre Asociado.
La carta de los impuestos federales fue una bien jugada por
el PPD y Rafael Hernández Colón en las postrimerías
de la campaña, lo suficiente como para confundir las encuestas
y a los electores, quienes justo una semana antes predecían
el triunfo de la estadidad por primera vez. Suficientes "conversos"
o reincidentes abandonaron el principio por el principal, y proveyeron
el impulso de último momento que colocó al frente
la opción de "Ninguna de la anteriores".
Si bajo estas circunstancias una mayoría de votos por
la quinta columna se puede considerar como la victoria del status
quo, según alega el PPD, entonces este triunfo a la larga
resultará ser uno vacío y, al final, sembrará
las semillas de su propia desaparición: este estatus de
"lo mejor de los dos mundos" tan promocionado por sus
seguidores. Por haber revivido tan artísticamente el espectro
de las contribuciones federales como la maldición de la
estadidad, los defensores del estado libre asociado les han restregado
en las narices a los contribuyentes estadounidenses los más
de $10,000 millones anuales en subsidios puertorriqueños,
lo que ha invitado a la reevaluación de la filosofía
de "algo a cambio de nada" que ha servido como sustento
del PPD durante más de 45 años.
Y esta reevaluación, ya iniciada por el presidente del
Comité de Recursos de la Cámara de Representantes
federal, Don Young, podría invitar a la retribución.
Retribución en forma de impuestos federales a todos los
ciudadanos estadounidenses que residen en Puerto Rico.
¿Cómo explicar al contribuyente estadounidense
obligado a sufrir los recortes en los programas y servicios en
los demás estados para balancear el presupuesto las presunciones
de algunos de los líderes de Puerto Rico de que la isla
debe disfrutar de la grandeza del tesoro federal sin las obligaciones
económicas que esto conlleva?
Por consiguiente, tras haber impulsado el miedo y el repudio
de la carga contributiva que acompaña a la estadidad, monitoreada
por el Servicio Federal de Rentas Internas, el PPD ahora se encuentra
a sí mismo, y a Puerto Rico, vulnerable a las fuerzas estadounidenses
que intentan convertir lo mejor de los dos mundos en lo peor de
todos los mundos: beneficios federales limitados, ninguna representación
ni voto congresional, y total obligación de impuestos federales.
Luego de evadir durante los tres años del proceso del
Proyecto Young la negociación de un arreglo de status quo
constitucional que podría haber balanceado los beneficios
federales actuales contra cualquier reducción fiscal en
la isla, el PPD vio una ganancia a corto plazo en amalgamar una
base estadolibrista cada vez más limitada con expresiones
anti Pedro Rosselló y artimañas anti contributivas.
Y aunque este grupo de "antis" puede haber retrasado
el momento de la estadidad, su efecto a largo plazo acelerará
la entrada hacia la Unión.
No hay duda de que el Congreso tiene el poder bajo la Cláusula
Territorial de imponer unilateralmente contribuciones federales
en Puerto Rico. Una vez que se haya ejecutado este poder y que
el PPD haya creado la atmósfera en Washington y entre los
constituyentes en toda la nación para tomar dicha acción,
nosotros en Puerto Rico nos habituaremos a la idea y práctica
de pagar nuestra justa contribución por los beneficios
que provee la ciudadanía americana.
Pero lo que es más importante, la circunscripción
de evasión contributiva desaparecerá a la luz de
los esfuerzos del Servicio Federal de Rentas Internas, y será
reemplazada por una creciente mayoría, y más tarde
una supermayoría, que exigirá representación
el Gobierno de la nación a cambio de las contribuciones.
El Boston Tea Party llegará a la Bahía de San Juan.
Eso me suena a estadidad.
En resumen, lo que el PPD luchó por evitar en el plebiscito,
la victoria decisiva de la estadidad, surgirá a la larga
como resultado de traer a discusión el asunto de las contribuciones
y provocar que el Congreso y el pueblo estadounidense reevalúen
la ingratitud e hipocresía del electorado puertorriqueño.
Washington nos quitará nuestro "almuerzo gratis"
cuando Young y sus colegas congresistas investiguen las implicaciones
y causas de los resultados del voto por "Ninguna de las anteriores".
Alentado por los constituyentes estadounidenses, es casi un hecho
que se presentará y se aprobará una legislación
para hacernos llevar nuestra propia carga fiscal.
Una vez alcanzada la dudosa distinción de ciudadanía
estadounidense de primera clase en lo que respeta a las contribuciones,
gracias al PPD, es muy probable que lo que venga sea la ciudadanía
estadounidense total e igual como residentes del quincuagésimo
primer estado de la nación, tan seguro como que después
del día viene la noche.
|