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OSCEOLA SENTINEL

El asunto de la estadidad se encuentra estancado

Puerto Rico y el Congreso esperan que sea el otro quien defina la relación política

 

15 de enero de 1999
©Marca Registrada 1999 Osceola Sentinel/Orlando Sentinel. Derechos reservados.
Sun-Sentinel, South Florida

SAN JUAN, Puerto Rico. El pueblo de Puerto Rico está dividido. El Congreso no definirá la situación. ¿Cómo puede resolver Puerto Rico el debate -que ya lleva varias décadas- sobre el status político con los Estados Unidos?

Ese es el interrogante tras la elección realizada el mes último, en la cual los votantes insulares se dividieron casi en partes iguales en dos de las cinco opciones: 46 % por la estadidad y 50 % por la opción que contaba con el apoyo del partido pro ELA, "ninguna de las anteriores"

El resultado fue casi el mismo que se obtuvo en la votación de 1993, que tampoco fue obligatorio para el Congreso.

La resolución del problema del status parece atrapada en un dilema similar al del huevo y la gallina.

En San Juan, los votantes esperan que Washington se pronuncie ya sea por la estadidad de Puerto Rico, la ampliación del Estado Libre Asociado actual o su independencia. Los votantes quieren definiciones sobre asuntos espinosos, tales como el idioma, la ciudadanía y los impuestos, y quieren que el Congreso de garantías de que implementará la opción ganadora.

Pero en los 100 años que han transcurrido desde que las tropas estadounidenses invadieron Puerto Rico, durante la Guerra Hispano-Americana, el Congreso nunca precisó las opciones para Puerto Rico ni autorizó a los isleños a elegir.

"Pienso que muchas personas no van a votar o decidir hasta que se den cuenta que el Congreso toma esto con seriedad", dijo Oreste Ramos, un veterano líder de la estadidad. "Sin eso, nuestros votos se convierten en una cuestión de política local, y no resuelven el status".

En Washington, los políticos esperan que primero decidan los puertorriqueños.

Los líderes estadounidenses sostienen que es muy complejo anticipar precisiones, y muestran poca iniciativa para abordar la difícil tarea. Puerto Rico no tiene votos para negociar en los recintos del Senado o de la Cámara de Representantes, ni tampoco pueden sus residentes votar en las elecciones presidenciales.

El estancamiento cuesta tiempo, energía y dinero, tanto en San Juan como en Washington, y no se visualiza el fin para una relación política que podría describirse como la mayor colonia del mundo o una isla en el limbo.

Los dos partidos principales de Puerto Rico han recurrido a tácticas sensacionalistas para apoyar sus posiciones, y efectuado reclamos insensatos e insustanciales.

Los partidarios del ELA alegan que si Puerto Rico se convierte en estado, la isla perderá su idioma español y su cultura, y pagará muchos más impuestos.

En una aviso de cuatro páginas publicado antes de las elecciones en un periódico de negocios caribeño, se sostenía que los puertorriqueños podrían perder sus hogares debido a que los impuestos a la propiedad serían mucho más elevados con la estadidad.

Los partidarios de la estadidad, mientras tanto, afirman que bajo el ELA el Congreso puede quitarle a los puertorriqueños la ciudadanía estadounidense y efectuar recortes en los fondos federales.

Algunos sostienen que el gobierno local del ELA exige mayores contribuciones a los residentes que las que efectuarían con los impuestos federales. Y afirman que sólo la estadidad y la plena representación en el Congreso pueden asegurar los beneficios federales a largo plazo y atraer inversiones del exterior.

Sin embargo, pocos votantes parecieron apartarse de sus posiciones tomadas.

"Estoy con Sila (Calderón, líder del partido pro ELA, PPD)", dijo Elías Martínez Román, 27, conductor de autobuses. "Mis padres y toda mi familia, todos somos de ese partido".

Los dos principales bloques de votantes de Puerto Rico -los partidarios del ELA y la estadidad- comparten objetivos comunes que pueden servir como puntos de partida para romper el estancamiento: lazos permanentes con los Estados Unidos; ciudadanía estadounidense garantizada; el mantenimiento del uso del idioma español y la preservación de la cultura de la isla; la continuidad de la ayuda financiera de los EE.UU. y la aplicación de impuestos razonable.

Los economistas opinan que hay poco incentivo para la construcción de consenso ya que a los puertorriqueños les está yendo bastante bien bajo el ELA.

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