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La votación de Puerto Rico no es tan confusa
por Dick Thornburgh
1 de febrero de 1999
©Marca Registrada 1999 Dick Thornburgh
Como Procurador General de los EE.UU. durante las presidencias
de Reagan y Bush, insto al Congreso a auspiciar un proceso democrático
para resolver el status de Puerto Rico, basado en los principios
constitucionales que reconocen iguales derechos y responsabilidades
para todos los ciudadanos, y el gobierno con el consenso de los
gobernados. Aunque estos valores básicos rigieron el proceso
por el cual nuestra nación resolvió el status de
otros 33 grandes y populosos territorios desde 1789, en 1998 el
Congreso dejó una vez más sin resolver la postergada
cuestión del status de Puerto Rico.
Sin embargo, en lugar de preguntarse por qué el Congreso
todavía no tiene planes para poner fin al actual status
de limbo político en el que se encuentra Puerto Rico, muchos
eruditos reaccionaron ante el reciente plebiscito realizado bajo
la ley local de Puerto Rico mostrando su perplejidad por que los
partidarios de la estadidad en el territorio no han abandonado
su causa a pesar de no haber conseguido la mayoría. Los
resultados del plebiscito admiten un escrutinio más profundo.
Con una asistencia al comicio del 73% del electorado, el 45,6
votó por la estadidad; el 2,5% por la independencia; apenas
el 0.01% por el actual status político de Puerto Rico como
Estado Libre Asociado (ELA); el 0.02% por la independencia con
tratado de "asociación" en lugar de unión;
y el 50,2% por "ninguna de las anteriores".
Sugerir que la gran -pero al mismo tiempo indescifrable- cantidad
de votos por "ninguna de las anteriores" constituye
una aprobación del status quo linda con el absurdo, especialmente
porque en las papeletas figuraba la opción del status quo
en su más correcta formulación y recibió
un apoyo ínfimo. El único resultado claro de la
votación es que ni el actual status ni la independencia
ni la estadidad "ganaron" con la mayoría de los
votos emitidos en el plebiscito.
Muchos votantes no quisieron escoger entre opciones de status
definidas por leyes locales en lugar de ser directamente fijadas
por una ley del Congreso, a pesar de que las definiciones de la
ley local reflejaban correctamente la ley federal. Por lo tanto,
el 50,2% de los votos por "ninguna de las anteriores"
expresa para muchos la incertidumbre sobre las opciones, y para
otros el apoyo a un híbrido de estadidad e independencia
no permitido por la constitución federal. En cualquier
caso, sólo el Congreso puede definir los términos
de la estadidad, la nacionalidad independiente o la continuidad
del actual status para permitir una bien informada autodeterminación.
La última vez que el Congreso ejercitó el poder
que le otorga la cláusula territorial para definir el status
y los derechos de los residentes de Puerto Rico fue en 1950, cuando
la Ley Pública de los EE.UU. 81-600 autorizó el
establecimiento del sistema de autogobierno del ELA en materias
que el Congreso o las cortes federales consideren de índole
local. Este limitado autogobierno local fue aprobado por los votantes
en el referéndum de 1952, auspiciado por el Congreso, pero
desde entonces los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico no
han tenido oportunidad de expresar sus aspiraciones a alcanzar
el pleno autogobierno bajo opciones de status permanente reconocidas
por el Congreso.
En la reciente votación, el ELA tal cual existe actualmente
bajo la L.P. 81-600 fue rechazado por el 99,99% de los votantes,
porque fue definido como territorial. La realidad es que el ELA
es territorial, así que el voto contra la territorialidad
del ELA le impone al Congreso la obligación de establecer
un proceso que reestablezca el gobierno con el consenso de los
gobernados.
Hasta que eso suceda, Puerto Rico se encuentra una vez más
en la misma situación en que estaba antes de 1950. Los
3.8 millones de ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico permanecen
privados de sus derechos civiles en el proc!eso político
federal que los rige; y la administración por parte de
los EE.UU. bajo el ELA creado por el Congreso no es un status
consensual o de pleno autogobierno. A diferencia de 1950, el Congreso
debe ahora decidir cuál de las opciones de status disponibles
está dispuesto a considerar, e informar a los votantes
sobre los términos y condiciones para la continuidad del
actual status o para su reemplazo por un nuevo status permanente.
Así es como procedió el Congreso desde 1916 hasta
la aprobación e implementación en 1946 de los términos
para la independencia del ELA territorial de las Filipinas. El
Congreso también manejó de este modo la transición
hacia la estadidad de los 32 territorios que se convirtieron en
estados, entre los que se incluyen Alaska y Hawaii, luego de la
Segunda Guerra Mundial. La historia territorial demuestra que
la reciente votación de Puerto Rico fue apenas un paso
más en un largo proceso de autodeterminación en
el cual el Congreso tiene la responsabilidad final.
Por ejemplo, en el territorio de Wisconsin el voto por la estadidad
obtuvo el 25% en 1842, el 30% en 1843, y el 22% en 1844. Después
de cada uno de estos fracasos, los partidarios de la estadidad
peticionaron que el Congreso estableciera los términos
para la admisión a fin de permitir una elección
bien fundada (exactamente lo mismo que están haciendo los
líderes puertorriqueños). Una vez que el Congreso
respondió definiendo los términos para la admisión,
los votos por la estadidad en Wisconsin subieron al 83% en 1886,
lo que motivó su incorporación.
Algo similar ocurrió en el que sería el Estado
de Washington, donde el voto por la estadidad alcanzó el
47% en 1869 y el 30% en 1871. Luego de que el Congreso aprobara
la legislación que estipulaba los términos de adm!isión,
el 60% de los votantes aprobó la estadidad.
Por lo tanto, en lugar sentirnos confusos porque los líderes
de la estadidad en Puerto Rico demandan que el Congreso actúe
sobre las bases del reciente plebiscito, recordemos que América
se convirtió en la nación más grande de la
historia de la humanidad otorgándole al pueblo las herramientas
para la autodeterminación. Tarde o temprano el Congreso
tendrá que hacer lo mismo con Puerto Rico, y cuanto antes
lo haga, mucho mejor para Puerto Rico y la nación en su
conjunto.
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