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Joanna Di Marco ZAPPA, querellante
versus
Héctor Rivera CRUZ, et al (y otros), demandados.
No. CIV. 88-692(JP).
Corte de Distrito de los Estados Unidos
Dist. de Puerto Rico
23/nov/98
Un examinado que fue reprobado en el examen para obtener licencia
como agente inmobiliario demandó al Comité Examinador
de Bienes Raíces bajo el § 1983, alegando que el Comité
violó sus derechos constitucionales al hacer que la versión
en inglés del examen fuera más difícil que
la versión en español, y reclamando daños
y la interdicción judicial. La Corte de Distrito de los
Estados Unidos para el Distrito de Puerto Rico otorgó la
interdicción, requiriendo al Comité que expidiera
la licencia al examinado, pero rechazó la ulterior demanda
de éste por daños. El examinado apeló la
orden que le denegaba el juicio por daños. La Corte de
Apelaciones, 20 F.3d 507 se declaró incompetente y devolvió
la causa. Al serle devuelta la causa, la Corte del Distrito, Pieras,
Jaime, consideró que (1) los miembros del directorio no
gozaban de inmunidad, y (2) que correspondía el pago de
punitorios por daños y de honorarios a los letrados.
VI. LA CUESTION CULTURAL EN RELACION CON EL ALEGATO DE LA
DEFENSA
* 12 Los hechos de este desafortunado caso y los argumentos
presentados por las partes plantean diversas cuestiones social
y políticamente importantes. La corte se ve obligada a
tratar uno de ellos en particular -una cuestión que concierne
a la cultura de los puertorriqueños en relación
con la cultura latinoamericana. Esta cuestión tiene una
particular importancia a la luz del argumento presentado por los
letrados de los demandados de que la presente administración
-cuyas políticas y posiciones sobre el status difieren
de los de la administración que mandaba en el momento en
que se produjeron las violaciones constitucionales que dieron
lugar a esta causa- no debe ser castigada por juicios erróneos
de la anterior administración. Ver más arriba. La
materia específica a la cual se refiere la Corte, aunque
quizás no pueda ser reseñada de manera tan sucinta,
ha sido descripta frecuentemente como una cuestión de cultura.
El partido en el poder durante la anterior administración,
el Partido Popular Democrático (PPD), se opone a que Puerto
Rico se convierta en un estado. El PPD justifica su posición
en buena medida en la noción de que Puerto Rico es una
cultura "latinoamericana", distinta, y por lo tanto
en cierta manera incompatible con la cultura de los EE.UU. Por
el contrario, la actual administración, la del Partido
Nuevo Progresista (PNP) considera que Puerto Rico y sus ciudadanos
han abrazado y comparten la cultura de los Estados Unidos. De
alguna manera, este cisma refleja las diferentes posturas sobre
el significado de la palabra "cultura" y, también
refleja nociones discrepantes sobre las culturas latinoamericana
y estadounidense.
De todos modos, la Corte considera que el tratamiento dado
a los querellantes en esta causa por empleados del gobierno de
Puerto Rico es un reflejo de la ideología a la que adhiere
el PPD. Es una ideología que crea una visión de
"nosotros " y "ellos" sobre los americanos
del continente en Puerto Rico. Los peligros de esa ideología
están plenamente expuestos en esta causa. Para el juez
que firma esta sentencia, se trata de una ideología establecida
sobre una mala interpretación de lo que significa cultura
y de las culturas puertorriqueña y estadounidense.
Cultura es un concepto esquivo, pero considerado en el contexto
de la materia en cuestión -esto es, el status político
de Puerto Rico- la Corte considera relevante investigar la cultura
política. Aspectos étnicos, lingüísticos,
religiosos o de la cultura popular no son fundamentales sino que
resultan irrelevantes en la cuestión del status de Puerto
Rico en relación con los Estados Unidos.
Esto es así por diversas razones vinculadas entre sí.
La primera de ellas es que esas clasificaciones simplemente no
definen de manera adecuada al pueblo de Puerto Rico ni al de los
Estados Unidos. Ambos pueblos comprenden muchas culturas. Catalogar
a todos los puertorriqueños como españoles o católicos
o decir que comen arroz y frijoles, y bailan salsa sería
ridículo y ofensivo. ¿Y los puertorriqueños
descendientes de chinos, ingleses, corsos, africanos o norteamericanos?
¿Son menos puertorriqueños que aquellos cuyos abuelos
vinieron desde Valencia o Madrid?. Es claro que no.
Del mismo modo, los Estados Unidos constituyen el que quizás
sea el mayor conglomerado de culturas jamás reunido bajo
un solo gobierno. A pesar de que se dice que es un "crisol
de razas", los Estados Unidos podrían definirse mejor
como una ensaladera, un lugar en el que muchos elementos "culturales"
coexisten para formar un todo sin perder sus sabores individuales.
La diversidad cultural es parte de la esencia de la nación,
y ninguna característica ética, religiosa, lingüística
o social puede definir por sí sola a sus ciudadanos.
La segunda razón por la cual debemos hacer foco sobre
la cultura política, en oposición a la cultura definida
sobre otros criterios, es que las clasificaciones de Puerto Rico
y de los Estados Unidos basadas en tales criterios son incorrectas,
tanto moral como legalmente. Tales clasificaciones son erróneas
porque no sirven. A pesar de que los antecedentes de los Estados
Unidos en lo que se refiere al tratamiento que las mayorías
dan a las minorías (particularmente con respecto a raza
y pertenencia a grupos étnicos) distan de ser intachables,
la nación en su conjunto generalmente ha luchado para superar
esas clasificaciones, en especial durante el último siglo.
El pueblo de Puerto Rico también ha denunciado las clasificaciones
basadas en raza, pertenencia a grupo étnico, religión
y otras semejantes.
*13 Otros aspectos que hacen a la cultura -lo que comemos,
la música que escuchamos, las fiestas que celebramos- además
de resultar insuficientes para describir tanto a la cultura puertorriqueña
como a la estadounidense, simplemente no resultan significativos
para la cuestión del status.
¿Qué Puerto Rico se convierta en estado impedirá
que los puertorriqueños disfruten de sus pasteles de arroz
con gandules en Navidad o bailen salsa o merengue? ¿Acaso
el hecho de vivir en los Estados Unidos le ha impedido a los descendientes
de irlandeses católicos celebrar el Día de San Patricio
o a los judíoamericanos observar la Pascua o el Yom
Kippur? ¿O es que los americanos de origen chino
no mantienen su Chinatown y los ítaloamericanos
sus Little Italies? Y lo que es más importante,
no hay otros factores más relevantes para considerar en
el análisis del status político, como son la oportunidad
económica, la estabilidad política y la fuerte convicción
nacional de proteger las libertades individuales.
En un intento de sostener el argumento de la incompatibilidad
cultural contra la estadidad sin ofender nuestra sensibilidad
en lo que respecta a diversidad cultural, algunos comentaristas
trataron de definir a la cultura de maneras más sutiles.
Por ejemplo, Mayra Montero escribió recientemente un artículo
titulado "La Luz del Espíritu" para su columna
semanal en El Nuevo Día, en el cual intenta
correlaciona nacionalidad con idiosincrasias culturales. Mayra
Montero, "Primer Plano: La Luz del Espíritu",
El Nuevo Día, 26 de julio de 1998, pág.
11.
A pesar de estar ciertamente mejor escrito que la mayoría,
(FN16) su artículo tipifica los esfuerzos de quienes se
oponen a la estadidad. Argumenta que la nacionalidad no puede
ser rechazada o "cambiada como una camiseta". Si así
fuera, el muro de Berlín nunca habría sido derrumbado
y los jugadores del seleccionado Croata de fútbol todavía
jugarían por Yugoslavia. Esto es falso.
La nacionalidad puede cambiarse. Claramente a nivel individual,
las personas emigran todo el tiempo. ¿Cuántos cubanos
y dominicanos se han mudado a Puerto Rico en este siglo? ¿Todos
ellos siguen siendo visceralmente cubanos o dominicanos, o algunos
ya se sienten más puertorriqueños? ¿Ninguno
de estos inmigrantes quiere obtener la ciudadanía estadounidense?
¿y entre aquéllos que ya la tienen ninguno se siente
orgulloso de su nuevo status? ¿Y qué hay de sus
hijos, que fueron criados como ciudadanos estadounidenses en Puerto
rico? ¿Retendrán las nacionalidades de nacimiento
de sus padres?. La más rudimentaria consideración
de su postura demuestra su falacia, al menos en lo que respecta
a los individuos.
Pero más allá del nivel individual, comunidades
completas pueden cambiar de nacionalidad. A lo largo de la historia,
muchas naciones se asimilaron a otras voluntariamente. Consideremos
el caso de Hawai. Consideremos las unificaciones de Italia y de
Grecia. Los ejemplos que usa Montero son de una nación
forzada a segregarse y de una nación incorporada a la fuerza,
no por voluntad propia sino por la de otros. Alemania Oriental
y Occidental fueron divididas por los enemigos de Alemania como
resultado de la derrota germana en la Segunda Guerra Mundial;
Yugoslavia pasó a ser una república federal también
inmediatamente después de dicha guerra, bajo el control
ruso. Esos ejemplos no explican nada sobre la unificación
política realizada libre y voluntariamente por los pueblos.
*14 A continuación, Montero argumenta que la nacionalidad
proviene de haber nacido, crecido y madurado en un lugar común;
de un modo compartido de reír, sufrir, celebrar; de sueños
e ideas compartidas; de una común forma de expresión,
tanto verbal como simbólica; de todo lo que nos aportan
no sólo nuestras experiencias sino la de nuestros progenitores.
Pero aunque Puerto Rico pueda ser descripto como un ramillete
de idiosincrasias comunes, una noción que parece injusta
y cruel para con los puertorriqueños que no las comparten,
¿pueden tales idiosincrasias constituir legítimamente
la base de la nacionalidad?
Aun en el caso de fuera moralmente permisible estereotipar
de manera, ¿tiene el pueblo de Puerto Rico una mentalidad
tan cerrada como para rechazar la unión política
con quienes no comparten sus doctrinas?. ¿Acaso los Estados
Unidos no le han demostrado al mundo que una sociedad multicultural
es un capital valioso para la nación y no base para la
separación? ¿Hasta que punto la actitud que profesa
Montero no es la misma que motivo la "limpieza étnica"
en las repúblicas de la ex Yugoslavia y en varias naciones
africanas?
¿Y en qué punto se detiene? El pueblo de San
Juan tiene sus propias peculiaridades, que difieren de las del
pueblo de Ponce, que a la vez no comparte todos hábitos
del pueblo de Isabela, y así podemos seguir. Inclusive
dentro de San Juan, los que crecieron en Punta Las Marías
probablemente no se comunicarán con los demás exactamente
de la misma manera en que lo hacen los criados en Miramar o en
el Viejo San Juan o en Stop 20. Siguiendo el razonamiento de Montero,
cada municipalidad o inclusive cada barrio es una nación
en sí misma.
Quizás esto sea una hipérbole, pero la Corte
sólo desea demostrar el error de equiparar tales características
con el concepto de nacionalidad. El juez abajo firmante considera
que la visión más esclarecedora es aquella que alienta
al pueblo a luchar para obtener objetivos políticos mutuos,
y al mismo tiempo aceptar las diferentes maneras de reír,
llorar y celebrar, compartiendo los sueños de los demás,
y aprendiendo a comunicarse en otros idiomas.
Finalmente, la cultura que interesa, la que describe la manera
en que las personas compatibilizan para hacer posible la unión
política entre ellas, es la cultura política. Por
ello, debemos enfocar sobre la cultura política cuando
evaluamos la compatibilidad cultural entre Puerto Rico y los Estados
Unidos.
El más breve análisis de la cultura política
revela que Puerto Rico se asemeja más a los Estados Unidos
que a sus vecinos latinos. (FN 17)
La historia política de Latinoamérica es una
historia de dictaduras y sus males concomitantes, la corrupción
y la guerra civil. Como consecuencia de la noción caudillismo
-filosofía netamente española de la posición
del hombre y su universo conforme la cual el ego individual es
tan fuerte que prevalece sobre conceptos más amplios como
el de comunidad o nación- los sistemas políticos
latinoamericanos no han sido más que cultos a la personalidad,
por los cuales se rendía homenaje a los líderes
políticos, desde los conquistadores como Pizarro y Cortés,
pasando por los líderes de la independencia, como Bolívar
e Hidalgo, hasta los más recientes herederos del poder,
como Santa Ana, Perón, Castro y Pinochet.
Bajo los sistemas políticos basados en el caudillismo,
los gobernados de Latinoamérica le han otorgado menos importancia
a ideales como la libertad y la justicia que a los líderes
que encarnaban esos ideales. Y los dictadores gobernantes han,
siguiendo el espíritu del caudillismo, enfatizado la
división política en lugar de la unidad, como medio
para distinguirse y jerarquizar su posición. El empleo
de sistemas políticos personalistas y la supremacía
del hombre por sobre las ideas ha conducido, a diferencia de lo
que ocurre en los Estados Unidos, a naciones de hombres y no de
leyes. Veamos el discurso de Simón Bolívar al congreso
boliviano, en el cual aboga por la presidencia a perpetuidad y
la consiguiente legitimación del caudillismo:
*15 El Presidente de la República debe llegar a ser
en nuestra constitución como el sol, que está fijo
en el centro y da vida al universo. Esta autoridad suprema debe
ser perpetua, porque en aquellos sistemas sin jerarquías
debe haber, mà1s que en otros, un punto fijo alrededor
del cual giren los magistrados, los ciudadanos y todos los elementos.
Dadme un punto fijo, decían los antiguos, y moveré
la tierra.
A pesar del hecho de que en toda Latinoamérica se adoptaron
constituciones al estilo de la estadounidense, pocos líderes
latinoamericanos se han sentido obligados a respetar las restricciones
constitucionales. El resultado es una historia nacional llena
de pobreza, sufrimiento, represión, corrupción,
servilismo, tortura, asesinatos y muerte en los campos de batalla.
Irónicamente, este resultado fue rigurosamente predicho
por el mismo Bolívar, cuando comentó la división
de la Gran Colombia dijo: "este país caerá
en las manos de la chusma, y entonces pasará a manos de
unos pocos y tiranos rufianes" (FN18)
En los Estados Unidos, por el contrario, hemos luchado para
asegurar la letra y el espíritu de nuestra Constitución,
y especialmente por que las garantías a la libertad individual,
contenidas en la Declaración de Derechos, hayan sido mantenidas
y no atacadas por el gobierno. Aunque no hemos ganado todas las
batallas, como lo evidencian algunos capítulos poco felices
de la historia de los EE.UU., continuamos hasta ganar la guerra
y los EE.UU. se mantienen como un bastión de la libertad,
la justicia y la oportunidad.
Los principios de nuestro sistema político son bien
conocidos y ampliamente imitados, es un gobierno "del pueblo"
para "el pueblo" y por "el pueblo". El pueblo
ha retenido el poder limitando el del gobierno. En primer lugar,
la constitución enumera las facultades del gobierno nacional,
estableciendo un sistema federal bajo el cual los estados individuales,
dentro de sus jurisdicciones, comparten la autoridad concurrente
con el gobierno nacional y gozan de facultades no delegadas en
el gobierno nacional.
En segundo lugar, las mencionadas facultades del gobierno nacional
están divididas entre el poder legislativo, el poder judicial
y las ramas del poder ejecutivo. Mediante este sistema de controles
y balances, nuestros padres fundadores garantizaron que aquellos
que tuvieran en mente el poder dictatorial dentro del gobierno
nacional se vieran maniatados ante cualquier intento de tomar
el poder.
En tercer lugar, y quizás lo más importante,
la Constitución garantiza que ciertas libertades individuales
no sean avasalladas por el gobierno nacional o, vía la
14ª Enmienda, por los gobiernos estatales. Estas libertades
individuales, además de limitar la capacidad del el gobierno
para imponerse a los ciudadanos - por ejemplo: protegiendo la
libertad de religión; prohibiendo el alojamiento de tropas
y la toma de propiedad privada para uso público sin compensación;
y garantizando el debido proceso legal- refuerzan la capacidad
de los ciudadanos para controlar al gobierno, protegiendo las
libertades de expresión y de prensa, el derecho a realizar
asambleas y el derecho a portar armas.
Bajo este sistema, los ciudadanos de los Estados Unidos tienen
derecho a perseguir los fines que deseen, sometidos únicamente
a las leyes creadas por aquellos que ellos mismos elijan, cuyos
poderes están delimitados al detalle por la Constituci_f3n.
Es un reflejo de la filosofía de los padres fundadores,
engendrada en cada uno de los ciudadanos estadounidenses, y quizás
mejor expresada por Abraham Lincoln, cuando dijo: "ningún
hombre es lo suficientemente bueno para gobernar a otro sin su
consentimiento", contrastando por completo con la filosofía
del "Rey Sol" de Simón Bolívar, citada
más arriba.
*16 Puerto Rico, descubierto por Colón durante su segundo
viaje, en 1493, fue colonia española hasta 1898. Debido
a que Puerto Rico se mantuvo bajo el dominio español,
se vio librado de la anarquía que sobrevino a la independencia
en la mayoría de los países latinoamericanos durante
el siglo 19. En 1898, tras la guerra Hispano-Americana, Puerto
Rico fue cedido a los Estados Unidos.
Desde que la firma del Tratado de París puso fin a la
guerra, Puerto Rico a sido un territorio estadounidense, y sus
habitantes han vivido bajo la Constitución de los Estados
Unidos de América. Durante ese tiempo, Puerto Rico y su
pueblo han adherido firmemente a la Constitución estadounidense,
y en particular a la Declaración de Derechos. En consecuencia,
Puerto Rico ha estado separado culturalmente de sus raíces
latinas durante más de cien años.
Las comparaciones ilustran este hecho: el pueblo de Venezuela
vivía bajo la opresión de varias dictaduras mientras
los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico gozaban de los derechos
al debido proceso y la igualdad ante la ley; mientras las madres
de los desaparecidos reclamaban en la plaza principal de Buenos
Aires porque el gobierno de la Junta había asesinado a
sus hijos, los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico elegían
libremente a sus gobernantes, reemplazando cuatro administraciones
diferentes desde 1968. Mientras la guerrilla comunista saqueaba
Nicaragua tras el reinado de terror de un dictador asesino, los
jóvenes de Lares, Fajardo, Yauco, y Rincón formaban
parte de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, junto con
sus hermanos de armas de Baltimore, Peoria y Sal Lake City, y
peleaban para proteger al mundo de Hitler, Ho Chi Minh, Saddam
Hussein, y otros que amenazaban los principios de la libertad
contenidos en la Declaración de Derechos; mientras sacerdotes
jesuitas eran asesinados en Centroamérica por difundir
ideas sobre la libertad personal, los ciudadanos estadounidenses
de Aguadilla, San Lorenzo, y Humacao, aprovechando el derecho
a la libertad de palabra amparado por la Quinta Enmienda, expresaban
sus opiniones sin temor; mientras los pobres y oprimidos de toda
Latinoamérica vivían sin esperanzas de mejorar su
suerte y los líderes saqueaban los recursos y la riqueza
de sus naciones, los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico
han vivido en la esperanza y la seguridad, formando parte de una
gran nación que, como dijo Franklin D. Roosevelt, para
medir su progreso no tiene en cuenta "si agregamos más
a la abundancia de aquellos que tienen mucho sino si proveemos
lo suficiente a aquellos que tienen demasiado poco".
Quizás la comparación más elocuente es
la que puede establecerse entre Puerto Rico y Cuba, dos islas
caribeñas con una historia casi idéntica hasta la
firma del Tratado de París, cuando Cuba se independiza
y Puerto Rico se convierte en territorio estadounidense.
Desde 1898, Cuba, sin los beneficios de la Constitución
de los Estados Unidos, se ha revolcado en la pobreza y la corrupción,
la mayor parte del tiempo bajo poderes dictatoriales. A lo largo
de este siglo, los cubanos han huido por millares hacia Puerto
Rico y otros lugares de los Estados Unidos, en busca de libertad
política y económica. (FN)
Como contrapartida, los ciudadanos estadounidenses de Puerto
Rico han prosperado desde el Tratado de París, bajo el
sistema democrático-capitalista amparado por la Constitución
de los Estados Unidos, hasta alcanzar un nivel de vida superior
al de todos los países latinoamericanos, a pesar de poseer
menos recursos naturales que la mayoría de ellos. (FN20)
El ascenso cultural de Puerto Rico desde que forma parte de
los Estados Unidos queda demostrado en un artículo recientemente
publicado en The San Juan Star, en el que se describe la vida
en Puerto Rico a fines del siglo 19. El artículo recoge
las observaciones realizadas por el historiador Henry K. Carroll,
comisionado especial de los Estados Unidos en Puerto Rico, en
su "Report on the Island of Puerto Rico; its Population,
Civil Government, Commerce, industries, Productions, Roads, Tariff,
and Currency" (Informe sobre la isla de Puerto Rico; su población,
gobierno civil, comercio, industrias, producción, caminos,
impuestos y moneda)
*17 Para redactar el informe, Carroll viajó a través
de la isla, visitando residencias particulares, plantaciones,
factorías y cualquier otro lugar al que pudiera llegar
no sólo para trazar una pintura censual -el censo de 1897
le había sido provisto por el líder autonomista
Luis Muñoz Rivera- sino para capturar el espíritu
general de la isla.
Lo que encontró fue una población que en buena
parte vivía en la miseria, muriéndose "de esa
clase de hambre que gradualmente va minando las fuerzas, debilitando
la voluntad y preparando el camino para las enfermedades".
Natalia de Cuba, La vida a fines del siglo 19 en Puerto Rico era
dura, The San Juan Star, 25 de julio de 1998, pág. 7.
El artículo de Natalia de Cuba comenta en detalle las
duras condiciones de vida de los isleños en las vísperas
del siglo 20, en áreas tales como la laboral, vivienda
y educación. Como narra su autor, la mayoría de
la fuerza laboral de Puerto Rico percibía salarios inferiores
al mínimo necesario para asegurar la existencia y no gozaba
de la protección de leyes laborales, las que virtualmente
eran inexistentes. Vivían en casas por debajo del standard
y la tasa de analfabetismo era muy alta..." A pesar de estas
condiciones, Carroll consideraba que la población tenía
un alto potencial oculto. "Los puertorriqueños han
tenido pocas oportunidades de demostrar su capacidad", escribió.
Es obvio que las cosas han cambiado para bien en Puerto Rico,
desde que la isla fue cedida a los Estados Unidos; en Cuba no
pasa lo mismo. Cualquiera que desee ver hoy en día una
situación similar a la que describió el señor
Carroll en 1899 puede encontrarlas a lo largo y a lo ancho de
Latinoamérica. Fue la adhesión a la cultura política
estadounidense lo que finalmente le dio a los puertorriqueños
la oportunidad para "demostrar su capacidad", una
oportunidad que no le fue dada al pueblo de Cuba y de otras naciones
de Latinoamérica, por lo menos no en la misma medida que
a los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico.
Quizás sea mejor definir a la cultura como la manera
en que las personas piensan y actúan en sus esfuerzos cotidianos.
En Puerto Rico, donde la Constitución de los Estados Unidos
ha provisto el marco para un estilo de vida que ya lleva cien
a'f1os, el pueblo se ha acostumbrado a pensar y a actuar libremente,
sabiendo que tienen la libertad para hacerlo. En Puerto Rico,
el pueblo se mueve en una atmósfera que es su propia creación,
como hombres libres, bajo un gobierno al que le han delegado un
limitado poder para gobernar; viven en una cultura de libertad
personal. La cultura de libertad no tiene nada en común
con la denominada cultura latinoamericana y todo en común
con la cultura de los Estados Unidos.
En suma, la ideología alentada por la demandada para
discriminar en contra de los querellantes en esta causa, y cualquier
ideología basada en la noción de que Puerto Rico
es una cultura latinoamericana incompatible con la cultura estadounidense,
es una mala interpretación tanto del significado de cultura
en cuestión como de la verdadera naturaleza de las culturas
de Latinoamérica y de los Estados Unidos.
VII. CONCLUSION
Por la presente, la Corte EMITE SENTENCIA a favor de la querellante,
Joanna Di Marco, para que tenga y recupere, y le sea pagada de
manera solidaria y respectivamente por los codemandados María
Socorro- Cintron, Awilda Vilches-Reyes, y Eddie Nieves, Mary Jo
González, Federico Cedo-Alzamora, y Eusebio Cabanillas,
la suma de Ciento Sesenta y Ocho Mil Cuatrocientos Cincuenta y
Cuatro Dólares con Cuarenta y Tres centavos ($168.454,43).
Dicha cantidad incluye $ 89.404,43 por compensación de
daños, en los que se incluye el sufrimiento mental y emocional,
$50.000,00 por daños punitorios, y $29.050,00 para honorarios
del abogado más costas e intereses.
ASI HA SIDO ORDENADO, DECIDIDO Y DECRETADO.
En San Juan, Puerto Rico, a los 23 días del mes de noviembre
de 1998.
(firmado) Jaime Pieras, hijo.
JAIME PIERAS, hijo, Juez de Distrito de los Estados Unidos
OPRIMA AQUI PARA VER LA DECISION
ENTERA DE LA CORTE (EN INGLES).
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