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Joanna Di Marco ZAPPA, querellante
versus
Héctor Rivera CRUZ, et al (y otros), demandados.

No. CIV. 88-692(JP).

Corte de Distrito de los Estados Unidos
Dist. de Puerto Rico
23/nov/98

Un examinado que fue reprobado en el examen para obtener licencia como agente inmobiliario demandó al Comité Examinador de Bienes Raíces bajo el § 1983, alegando que el Comité violó sus derechos constitucionales al hacer que la versión en inglés del examen fuera más difícil que la versión en español, y reclamando daños y la interdicción judicial. La Corte de Distrito de los Estados Unidos para el Distrito de Puerto Rico otorgó la interdicción, requiriendo al Comité que expidiera la licencia al examinado, pero rechazó la ulterior demanda de éste por daños. El examinado apeló la orden que le denegaba el juicio por daños. La Corte de Apelaciones, 20 F.3d 507 se declaró incompetente y devolvió la causa. Al serle devuelta la causa, la Corte del Distrito, Pieras, Jaime, consideró que (1) los miembros del directorio no gozaban de inmunidad, y (2) que correspondía el pago de punitorios por daños y de honorarios a los letrados.

 

VI. LA CUESTION CULTURAL EN RELACION CON EL ALEGATO DE LA DEFENSA

* 12 Los hechos de este desafortunado caso y los argumentos presentados por las partes plantean diversas cuestiones social y políticamente importantes. La corte se ve obligada a tratar uno de ellos en particular -una cuestión que concierne a la cultura de los puertorriqueños en relación con la cultura latinoamericana. Esta cuestión tiene una particular importancia a la luz del argumento presentado por los letrados de los demandados de que la presente administración -cuyas políticas y posiciones sobre el status difieren de los de la administración que mandaba en el momento en que se produjeron las violaciones constitucionales que dieron lugar a esta causa- no debe ser castigada por juicios erróneos de la anterior administración. Ver más arriba. La materia específica a la cual se refiere la Corte, aunque quizás no pueda ser reseñada de manera tan sucinta, ha sido descripta frecuentemente como una cuestión de cultura. El partido en el poder durante la anterior administración, el Partido Popular Democrático (PPD), se opone a que Puerto Rico se convierta en un estado. El PPD justifica su posición en buena medida en la noción de que Puerto Rico es una cultura "latinoamericana", distinta, y por lo tanto en cierta manera incompatible con la cultura de los EE.UU. Por el contrario, la actual administración, la del Partido Nuevo Progresista (PNP) considera que Puerto Rico y sus ciudadanos han abrazado y comparten la cultura de los Estados Unidos. De alguna manera, este cisma refleja las diferentes posturas sobre el significado de la palabra "cultura" y, también refleja nociones discrepantes sobre las culturas latinoamericana y estadounidense.

De todos modos, la Corte considera que el tratamiento dado a los querellantes en esta causa por empleados del gobierno de Puerto Rico es un reflejo de la ideología a la que adhiere el PPD. Es una ideología que crea una visión de "nosotros " y "ellos" sobre los americanos del continente en Puerto Rico. Los peligros de esa ideología están plenamente expuestos en esta causa. Para el juez que firma esta sentencia, se trata de una ideología establecida sobre una mala interpretación de lo que significa cultura y de las culturas puertorriqueña y estadounidense.

Cultura es un concepto esquivo, pero considerado en el contexto de la materia en cuestión -esto es, el status político de Puerto Rico- la Corte considera relevante investigar la cultura política. Aspectos étnicos, lingüísticos, religiosos o de la cultura popular no son fundamentales sino que resultan irrelevantes en la cuestión del status de Puerto Rico en relación con los Estados Unidos.

Esto es así por diversas razones vinculadas entre sí. La primera de ellas es que esas clasificaciones simplemente no definen de manera adecuada al pueblo de Puerto Rico ni al de los Estados Unidos. Ambos pueblos comprenden muchas culturas. Catalogar a todos los puertorriqueños como españoles o católicos o decir que comen arroz y frijoles, y bailan salsa sería ridículo y ofensivo. ¿Y los puertorriqueños descendientes de chinos, ingleses, corsos, africanos o norteamericanos? ¿Son menos puertorriqueños que aquellos cuyos abuelos vinieron desde Valencia o Madrid?. Es claro que no.

Del mismo modo, los Estados Unidos constituyen el que quizás sea el mayor conglomerado de culturas jamás reunido bajo un solo gobierno. A pesar de que se dice que es un "crisol de razas", los Estados Unidos podrían definirse mejor como una ensaladera, un lugar en el que muchos elementos "culturales" coexisten para formar un todo sin perder sus sabores individuales. La diversidad cultural es parte de la esencia de la nación, y ninguna característica ética, religiosa, lingüística o social puede definir por sí sola a sus ciudadanos.

La segunda razón por la cual debemos hacer foco sobre la cultura política, en oposición a la cultura definida sobre otros criterios, es que las clasificaciones de Puerto Rico y de los Estados Unidos basadas en tales criterios son incorrectas, tanto moral como legalmente. Tales clasificaciones son erróneas porque no sirven. A pesar de que los antecedentes de los Estados Unidos en lo que se refiere al tratamiento que las mayorías dan a las minorías (particularmente con respecto a raza y pertenencia a grupos étnicos) distan de ser intachables, la nación en su conjunto generalmente ha luchado para superar esas clasificaciones, en especial durante el último siglo. El pueblo de Puerto Rico también ha denunciado las clasificaciones basadas en raza, pertenencia a grupo étnico, religión y otras semejantes.

*13 Otros aspectos que hacen a la cultura -lo que comemos, la música que escuchamos, las fiestas que celebramos- además de resultar insuficientes para describir tanto a la cultura puertorriqueña como a la estadounidense, simplemente no resultan significativos para la cuestión del status.

¿Qué Puerto Rico se convierta en estado impedirá que los puertorriqueños disfruten de sus pasteles de arroz con gandules en Navidad o bailen salsa o merengue? ¿Acaso el hecho de vivir en los Estados Unidos le ha impedido a los descendientes de irlandeses católicos celebrar el Día de San Patricio o a los judíoamericanos observar la Pascua o el Yom Kippur? ¿O es que los americanos de origen chino no mantienen su Chinatown y los ítaloamericanos sus Little Italies? Y lo que es más importante, no hay otros factores más relevantes para considerar en el análisis del status político, como son la oportunidad económica, la estabilidad política y la fuerte convicción nacional de proteger las libertades individuales.

En un intento de sostener el argumento de la incompatibilidad cultural contra la estadidad sin ofender nuestra sensibilidad en lo que respecta a diversidad cultural, algunos comentaristas trataron de definir a la cultura de maneras más sutiles. Por ejemplo, Mayra Montero escribió recientemente un artículo titulado "La Luz del Espíritu" para su columna semanal en El Nuevo Día, en el cual intenta correlaciona nacionalidad con idiosincrasias culturales. Mayra Montero, "Primer Plano: La Luz del Espíritu", El Nuevo Día, 26 de julio de 1998, pág. 11.

A pesar de estar ciertamente mejor escrito que la mayoría, (FN16) su artículo tipifica los esfuerzos de quienes se oponen a la estadidad. Argumenta que la nacionalidad no puede ser rechazada o "cambiada como una camiseta". Si así fuera, el muro de Berlín nunca habría sido derrumbado y los jugadores del seleccionado Croata de fútbol todavía jugarían por Yugoslavia. Esto es falso.

La nacionalidad puede cambiarse. Claramente a nivel individual, las personas emigran todo el tiempo. ¿Cuántos cubanos y dominicanos se han mudado a Puerto Rico en este siglo? ¿Todos ellos siguen siendo visceralmente cubanos o dominicanos, o algunos ya se sienten más puertorriqueños? ¿Ninguno de estos inmigrantes quiere obtener la ciudadanía estadounidense? ¿y entre aquéllos que ya la tienen ninguno se siente orgulloso de su nuevo status? ¿Y qué hay de sus hijos, que fueron criados como ciudadanos estadounidenses en Puerto rico? ¿Retendrán las nacionalidades de nacimiento de sus padres?. La más rudimentaria consideración de su postura demuestra su falacia, al menos en lo que respecta a los individuos.

Pero más allá del nivel individual, comunidades completas pueden cambiar de nacionalidad. A lo largo de la historia, muchas naciones se asimilaron a otras voluntariamente. Consideremos el caso de Hawai. Consideremos las unificaciones de Italia y de Grecia. Los ejemplos que usa Montero son de una nación forzada a segregarse y de una nación incorporada a la fuerza, no por voluntad propia sino por la de otros. Alemania Oriental y Occidental fueron divididas por los enemigos de Alemania como resultado de la derrota germana en la Segunda Guerra Mundial; Yugoslavia pasó a ser una república federal también inmediatamente después de dicha guerra, bajo el control ruso. Esos ejemplos no explican nada sobre la unificación política realizada libre y voluntariamente por los pueblos.

*14 A continuación, Montero argumenta que la nacionalidad proviene de haber nacido, crecido y madurado en un lugar común; de un modo compartido de reír, sufrir, celebrar; de sueños e ideas compartidas; de una común forma de expresión, tanto verbal como simbólica; de todo lo que nos aportan no sólo nuestras experiencias sino la de nuestros progenitores.

Pero aunque Puerto Rico pueda ser descripto como un ramillete de idiosincrasias comunes, una noción que parece injusta y cruel para con los puertorriqueños que no las comparten, ¿pueden tales idiosincrasias constituir legítimamente la base de la nacionalidad?

Aun en el caso de fuera moralmente permisible estereotipar de manera, ¿tiene el pueblo de Puerto Rico una mentalidad tan cerrada como para rechazar la unión política con quienes no comparten sus doctrinas?. ¿Acaso los Estados Unidos no le han demostrado al mundo que una sociedad multicultural es un capital valioso para la nación y no base para la separación? ¿Hasta que punto la actitud que profesa Montero no es la misma que motivo la "limpieza étnica" en las repúblicas de la ex Yugoslavia y en varias naciones africanas?

¿Y en qué punto se detiene? El pueblo de San Juan tiene sus propias peculiaridades, que difieren de las del pueblo de Ponce, que a la vez no comparte todos hábitos del pueblo de Isabela, y así podemos seguir. Inclusive dentro de San Juan, los que crecieron en Punta Las Marías probablemente no se comunicarán con los demás exactamente de la misma manera en que lo hacen los criados en Miramar o en el Viejo San Juan o en Stop 20. Siguiendo el razonamiento de Montero, cada municipalidad o inclusive cada barrio es una nación en sí misma.

Quizás esto sea una hipérbole, pero la Corte sólo desea demostrar el error de equiparar tales características con el concepto de nacionalidad. El juez abajo firmante considera que la visión más esclarecedora es aquella que alienta al pueblo a luchar para obtener objetivos políticos mutuos, y al mismo tiempo aceptar las diferentes maneras de reír, llorar y celebrar, compartiendo los sueños de los demás, y aprendiendo a comunicarse en otros idiomas.

Finalmente, la cultura que interesa, la que describe la manera en que las personas compatibilizan para hacer posible la unión política entre ellas, es la cultura política. Por ello, debemos enfocar sobre la cultura política cuando evaluamos la compatibilidad cultural entre Puerto Rico y los Estados Unidos.

El más breve análisis de la cultura política revela que Puerto Rico se asemeja más a los Estados Unidos que a sus vecinos latinos. (FN 17)

La historia política de Latinoamérica es una historia de dictaduras y sus males concomitantes, la corrupción y la guerra civil. Como consecuencia de la noción caudillismo -filosofía netamente española de la posición del hombre y su universo conforme la cual el ego individual es tan fuerte que prevalece sobre conceptos más amplios como el de comunidad o nación- los sistemas políticos latinoamericanos no han sido más que cultos a la personalidad, por los cuales se rendía homenaje a los líderes políticos, desde los conquistadores como Pizarro y Cortés, pasando por los líderes de la independencia, como Bolívar e Hidalgo, hasta los más recientes herederos del poder, como Santa Ana, Perón, Castro y Pinochet.

Bajo los sistemas políticos basados en el caudillismo, los gobernados de Latinoamérica le han otorgado menos importancia a ideales como la libertad y la justicia que a los líderes que encarnaban esos ideales. Y los dictadores gobernantes han, siguiendo el espíritu del caudillismo, enfatizado la división política en lugar de la unidad, como medio para distinguirse y jerarquizar su posición. El empleo de sistemas políticos personalistas y la supremacía del hombre por sobre las ideas ha conducido, a diferencia de lo que ocurre en los Estados Unidos, a naciones de hombres y no de leyes. Veamos el discurso de Simón Bolívar al congreso boliviano, en el cual aboga por la presidencia a perpetuidad y la consiguiente legitimación del caudillismo:

*15 El Presidente de la República debe llegar a ser en nuestra constitución como el sol, que está fijo en el centro y da vida al universo. Esta autoridad suprema debe ser perpetua, porque en aquellos sistemas sin jerarquías debe haber, mà1s que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados, los ciudadanos y todos los elementos. Dadme un punto fijo, decían los antiguos, y moveré la tierra.

A pesar del hecho de que en toda Latinoamérica se adoptaron constituciones al estilo de la estadounidense, pocos líderes latinoamericanos se han sentido obligados a respetar las restricciones constitucionales. El resultado es una historia nacional llena de pobreza, sufrimiento, represión, corrupción, servilismo, tortura, asesinatos y muerte en los campos de batalla. Irónicamente, este resultado fue rigurosamente predicho por el mismo Bolívar, cuando comentó la división de la Gran Colombia dijo: "este país caerá en las manos de la chusma, y entonces pasará a manos de unos pocos y tiranos rufianes" (FN18)

En los Estados Unidos, por el contrario, hemos luchado para asegurar la letra y el espíritu de nuestra Constitución, y especialmente por que las garantías a la libertad individual, contenidas en la Declaración de Derechos, hayan sido mantenidas y no atacadas por el gobierno. Aunque no hemos ganado todas las batallas, como lo evidencian algunos capítulos poco felices de la historia de los EE.UU., continuamos hasta ganar la guerra y los EE.UU. se mantienen como un bastión de la libertad, la justicia y la oportunidad.

Los principios de nuestro sistema político son bien conocidos y ampliamente imitados, es un gobierno "del pueblo" para "el pueblo" y por "el pueblo". El pueblo ha retenido el poder limitando el del gobierno. En primer lugar, la constitución enumera las facultades del gobierno nacional, estableciendo un sistema federal bajo el cual los estados individuales, dentro de sus jurisdicciones, comparten la autoridad concurrente con el gobierno nacional y gozan de facultades no delegadas en el gobierno nacional.

En segundo lugar, las mencionadas facultades del gobierno nacional están divididas entre el poder legislativo, el poder judicial y las ramas del poder ejecutivo. Mediante este sistema de controles y balances, nuestros padres fundadores garantizaron que aquellos que tuvieran en mente el poder dictatorial dentro del gobierno nacional se vieran maniatados ante cualquier intento de tomar el poder.

En tercer lugar, y quizás lo más importante, la Constitución garantiza que ciertas libertades individuales no sean avasalladas por el gobierno nacional o, vía la 14ª Enmienda, por los gobiernos estatales. Estas libertades individuales, además de limitar la capacidad del el gobierno para imponerse a los ciudadanos - por ejemplo: protegiendo la libertad de religión; prohibiendo el alojamiento de tropas y la toma de propiedad privada para uso público sin compensación; y garantizando el debido proceso legal- refuerzan la capacidad de los ciudadanos para controlar al gobierno, protegiendo las libertades de expresión y de prensa, el derecho a realizar asambleas y el derecho a portar armas.

Bajo este sistema, los ciudadanos de los Estados Unidos tienen derecho a perseguir los fines que deseen, sometidos únicamente a las leyes creadas por aquellos que ellos mismos elijan, cuyos poderes están delimitados al detalle por la Constituci_f3n. Es un reflejo de la filosofía de los padres fundadores, engendrada en cada uno de los ciudadanos estadounidenses, y quizás mejor expresada por Abraham Lincoln, cuando dijo: "ningún hombre es lo suficientemente bueno para gobernar a otro sin su consentimiento", contrastando por completo con la filosofía del "Rey Sol" de Simón Bolívar, citada más arriba.

*16 Puerto Rico, descubierto por Colón durante su segundo viaje, en 1493, fue colonia española hasta 1898. Debido a que Puerto Rico se mantuvo bajo el dominio español, se vio librado de la anarquía que sobrevino a la independencia en la mayoría de los países latinoamericanos durante el siglo 19. En 1898, tras la guerra Hispano-Americana, Puerto Rico fue cedido a los Estados Unidos.

Desde que la firma del Tratado de París puso fin a la guerra, Puerto Rico a sido un territorio estadounidense, y sus habitantes han vivido bajo la Constitución de los Estados Unidos de América. Durante ese tiempo, Puerto Rico y su pueblo han adherido firmemente a la Constitución estadounidense, y en particular a la Declaración de Derechos. En consecuencia, Puerto Rico ha estado separado culturalmente de sus raíces latinas durante más de cien años.

Las comparaciones ilustran este hecho: el pueblo de Venezuela vivía bajo la opresión de varias dictaduras mientras los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico gozaban de los derechos al debido proceso y la igualdad ante la ley; mientras las madres de los desaparecidos reclamaban en la plaza principal de Buenos Aires porque el gobierno de la Junta había asesinado a sus hijos, los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico elegían libremente a sus gobernantes, reemplazando cuatro administraciones diferentes desde 1968. Mientras la guerrilla comunista saqueaba Nicaragua tras el reinado de terror de un dictador asesino, los jóvenes de Lares, Fajardo, Yauco, y Rincón formaban parte de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, junto con sus hermanos de armas de Baltimore, Peoria y Sal Lake City, y peleaban para proteger al mundo de Hitler, Ho Chi Minh, Saddam Hussein, y otros que amenazaban los principios de la libertad contenidos en la Declaración de Derechos; mientras sacerdotes jesuitas eran asesinados en Centroamérica por difundir ideas sobre la libertad personal, los ciudadanos estadounidenses de Aguadilla, San Lorenzo, y Humacao, aprovechando el derecho a la libertad de palabra amparado por la Quinta Enmienda, expresaban sus opiniones sin temor; mientras los pobres y oprimidos de toda Latinoamérica vivían sin esperanzas de mejorar su suerte y los líderes saqueaban los recursos y la riqueza de sus naciones, los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico han vivido en la esperanza y la seguridad, formando parte de una gran nación que, como dijo Franklin D. Roosevelt, para medir su progreso no tiene en cuenta "si agregamos más a la abundancia de aquellos que tienen mucho sino si proveemos lo suficiente a aquellos que tienen demasiado poco".

Quizás la comparación más elocuente es la que puede establecerse entre Puerto Rico y Cuba, dos islas caribeñas con una historia casi idéntica hasta la firma del Tratado de París, cuando Cuba se independiza y Puerto Rico se convierte en territorio estadounidense.

Desde 1898, Cuba, sin los beneficios de la Constitución de los Estados Unidos, se ha revolcado en la pobreza y la corrupción, la mayor parte del tiempo bajo poderes dictatoriales. A lo largo de este siglo, los cubanos han huido por millares hacia Puerto Rico y otros lugares de los Estados Unidos, en busca de libertad política y económica. (FN)

Como contrapartida, los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico han prosperado desde el Tratado de París, bajo el sistema democrático-capitalista amparado por la Constitución de los Estados Unidos, hasta alcanzar un nivel de vida superior al de todos los países latinoamericanos, a pesar de poseer menos recursos naturales que la mayoría de ellos. (FN20)

El ascenso cultural de Puerto Rico desde que forma parte de los Estados Unidos queda demostrado en un artículo recientemente publicado en The San Juan Star, en el que se describe la vida en Puerto Rico a fines del siglo 19. El artículo recoge las observaciones realizadas por el historiador Henry K. Carroll, comisionado especial de los Estados Unidos en Puerto Rico, en su "Report on the Island of Puerto Rico; its Population, Civil Government, Commerce, industries, Productions, Roads, Tariff, and Currency" (Informe sobre la isla de Puerto Rico; su población, gobierno civil, comercio, industrias, producción, caminos, impuestos y moneda)

*17 Para redactar el informe, Carroll viajó a través de la isla, visitando residencias particulares, plantaciones, factorías y cualquier otro lugar al que pudiera llegar no sólo para trazar una pintura censual -el censo de 1897 le había sido provisto por el líder autonomista Luis Muñoz Rivera- sino para capturar el espíritu general de la isla.

Lo que encontró fue una población que en buena parte vivía en la miseria, muriéndose "de esa clase de hambre que gradualmente va minando las fuerzas, debilitando la voluntad y preparando el camino para las enfermedades".
Natalia de Cuba, La vida a fines del siglo 19 en Puerto Rico era dura, The San Juan Star, 25 de julio de 1998, pág. 7.

El artículo de Natalia de Cuba comenta en detalle las duras condiciones de vida de los isleños en las vísperas del siglo 20, en áreas tales como la laboral, vivienda y educación. Como narra su autor, la mayoría de la fuerza laboral de Puerto Rico percibía salarios inferiores al mínimo necesario para asegurar la existencia y no gozaba de la protección de leyes laborales, las que virtualmente eran inexistentes. Vivían en casas por debajo del standard y la tasa de analfabetismo era muy alta..." A pesar de estas condiciones, Carroll consideraba que la población tenía un alto potencial oculto. "Los puertorriqueños han tenido pocas oportunidades de demostrar su capacidad", escribió.

Es obvio que las cosas han cambiado para bien en Puerto Rico, desde que la isla fue cedida a los Estados Unidos; en Cuba no pasa lo mismo. Cualquiera que desee ver hoy en día una situación similar a la que describió el señor Carroll en 1899 puede encontrarlas a lo largo y a lo ancho de Latinoamérica. Fue la adhesión a la cultura política estadounidense lo que finalmente le dio a los puertorriqueños la oportunidad para "demostrar su capacidad", una oportunidad que no le fue dada al pueblo de Cuba y de otras naciones de Latinoamérica, por lo menos no en la misma medida que a los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico.

Quizás sea mejor definir a la cultura como la manera en que las personas piensan y actúan en sus esfuerzos cotidianos. En Puerto Rico, donde la Constitución de los Estados Unidos ha provisto el marco para un estilo de vida que ya lleva cien a'f1os, el pueblo se ha acostumbrado a pensar y a actuar libremente, sabiendo que tienen la libertad para hacerlo. En Puerto Rico, el pueblo se mueve en una atmósfera que es su propia creación, como hombres libres, bajo un gobierno al que le han delegado un limitado poder para gobernar; viven en una cultura de libertad personal. La cultura de libertad no tiene nada en común con la denominada cultura latinoamericana y todo en común con la cultura de los Estados Unidos.

En suma, la ideología alentada por la demandada para discriminar en contra de los querellantes en esta causa, y cualquier ideología basada en la noción de que Puerto Rico es una cultura latinoamericana incompatible con la cultura estadounidense, es una mala interpretación tanto del significado de cultura en cuestión como de la verdadera naturaleza de las culturas de Latinoamérica y de los Estados Unidos.

VII. CONCLUSION

Por la presente, la Corte EMITE SENTENCIA a favor de la querellante, Joanna Di Marco, para que tenga y recupere, y le sea pagada de manera solidaria y respectivamente por los codemandados María Socorro- Cintron, Awilda Vilches-Reyes, y Eddie Nieves, Mary Jo González, Federico Cedo-Alzamora, y Eusebio Cabanillas, la suma de Ciento Sesenta y Ocho Mil Cuatrocientos Cincuenta y Cuatro Dólares con Cuarenta y Tres centavos ($168.454,43). Dicha cantidad incluye $ 89.404,43 por compensación de daños, en los que se incluye el sufrimiento mental y emocional, $50.000,00 por daños punitorios, y $29.050,00 para honorarios del abogado más costas e intereses.

ASI HA SIDO ORDENADO, DECIDIDO Y DECRETADO.

En San Juan, Puerto Rico, a los 23 días del mes de noviembre de 1998.

(firmado) Jaime Pieras, hijo.

JAIME PIERAS, hijo, Juez de Distrito de los Estados Unidos

OPRIMA AQUI PARA VER LA DECISION ENTERA DE LA CORTE (EN INGLES).

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