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El Wall Street Journal

PROPIA DETERMINACIÓN: ORÍGENES Y SIGNIFICADO

Por David Fromkin

31 de Marzo de 1999
©Marca Registrada 1999 Dow Jones & Company, Inc. Todos los derechos reservados.

Mucho de los disturbios ideológicos que rodean los eventos actuales en los Balcanes se derivan de los últimos años de la Primera Guerra Mundial, cuando los ejércitos entraban en conflicto, los imperios se desmoronaban y los revolucionarios derribaban gobiernos bajo los emblemas de causas reprimidas hasta ese momento. Fue entonces que "propia determinación" ganó vigencia como lema político. En 1918 el Presidente Woodrow Wilson usó el término en dos discursos al Congreso, la primera vez entre comillas, como un neologismo, y solamente meses después sin las comillas –tan rápido había entrado en el lenguaje común de los políticos.

" 'Propia – determinación' no es una simple frase," le dijo Wilson al Congreso, "es un principio de acción imperativo que los estadistas, por su cuenta y para su propio riesgo, ignorarán de ahora en adelante." Más tarde se refirió a "la libre – determinación de las naciones, que tanto reclama el mundo moderno."

Hoy en día cuando los E.U. consideran intervenir en causas tales como la de Kosovars, tanto los oponentes como los defensores de igual manera se refieren a la intervención como inspiración de la doctrina Wilsoniana de propia-determinación. En efecto, la doctrina ni es de América ni es de Wilson.

Cuando, en Enero de 1918, Wilson primero formuló los objetivos de la guerra de América, el ejemplo de análisis para nacionalismo y propia-determinación lo fue el imperio multinacional Austro-Húngaro regido por los Hapsburg. Fue en la lucha contra este imperio que Italia y Alemania se unieron y establecieron como estados modernos; y en 1918 fue contra el mismo imperio que Yugoslavia y Checoslovaquia lucharon por tallar sus propias identidades nacionales nuevas y unidas.

Mientras trabajaba en la declaración, que se convirtió en sus Catorce Puntos dirigidos al Congreso, Wilson utilizó apuntes preparados por el joven Walter Lippmann y otros ayudantes, pero rechazó la sugerencia de que él abriera la puerta al rompimiento de los dominios Austro-Húngaro. Los Hapsburgs, el sentía, pudieran jugar un papel estabilizador en el futuro. Por tanto Wilson le dijo al Congreso que "A los pueblos de Austria-Hungría, cuyo lugar dentro de las naciones queremos ver asegurado y a salvo, se les debe otorgar la más libre oportunidad de desarrollo autónomo." Ahí estaba la fórmula: libertad de existencia y expresión dentro del imperio existente.

El próximo mes, dirigiéndose al Congreso de nuevo, Wilson definió su posición más claramente. Reconociendo el peligro que el principio de propia-determinación pudiera representar para Europa, él advirtió al Congreso (en el cuarto de sus Cuatro Principios) de que "a todas las aspiraciones nacionales bien definidas se les debe otorgar la máxima satisfacción que pueda otorgársele, sin introducir elementos de discordia nuevos o indefinidamente viejos y un antagonismo que posiblemente rompería con el tiempo la paz de Europa y consecuentemente del mundo." Esto restringe el derecho de la propia-determinación a tales casos raros de separación pacífica como el del "divorcio aterciopelado" de los eslovacos y los checos en 1993.

Escribiendo en 1994, un cuarto de siglo después de dirigirse Wilson al Congreso, Lippman, en ese entonces el más experto en política de América, afirmó que aunque Wilson eventualmente decidió romper el imperio Austro-Húngaro, y que invocó en aquél momento la propia-determinación, "él no creía en ésta."

"El invocar el principio general de propia – determinación, y hacerlo una ley suprema de la vida internacional," escribió Lippmann, es "alentar la anarquía. Porque el principio puede ser usado para promover el desmenbramiento de prácticamente cualquier estado organizado." Estimados recientes del número de grupos que claman ser naciones, y por tanto con derecho a independencia de acuerdo con el principio, varían entre 5,000 y 10,000 y un mundo dividido en tantísimas soberanías sería en realidad anárquico.

El principio de propia – determinación, de acuerdo con Lippmann, es "simplemente no-Americano." El ideal Americano, explicó, fue "un estado dentro del cual diversos pueblos encontraran justicia y libertad, bajo leyes equitativas y que se convirtiera en un Estado Libre Asociado."

Las opiniones americanas al respecto están definidas por la historia. En 1776 las colonias impusieron su derecho a independizarse de un gobierno situado al otro lado del océano, en el cual no tenían participación. En la Guerra Civil la Unión denegó el derecho de separación a las partes del país que disfrutaban del derecho de participación en el gobierno. En nuestros tiempos, por medio de las Naciones Unidas, los E.U. han tomado parte en la creación de un precepto de ley pública internacional que da a las colonias derecho legal de independencia del imperio extranjero pero por lo visto no extiende tal derecho en las situaciones no coloniales.

Los E.U. han favorecido la doctrina que se originó en el mundo moderno en América Latina, y que más tarde se aplicó en Africa, llamada uti possidetis, de acuerdo a la cual cuando el mando Europeo finalizaba, los países y las fronteras existentes, aunque artificialmente creadas por difuntos Europeos, debían retenerse. Permitir que su legitimidad se cuestionara traería una matanza tras otra. Por tanto, las realidades políticas de Africa sur-Sahara son tribales, pero demoler toda la estructura de estado del continente para permitir a cada tribu su gobierno propio - independiente resultaría en un derramamiento de sangre de una escala difícil de imaginar.

Después de las dos guerras mundiales en nuestro siglo, los E.U. propusieron crear una organización mundial para mantener la paz sobre la base del respeto a los estados existentes y a sus fronteras. Bajo la teoría Americana, los pueblos dentro de un país deben aprender a convivir, bajo un precepto de ley que los proteja a todos.

Por supuesto, siempre hay excepciones. Kosovo puede ser una de ellas. Pero como regla general creemos en la integridad de los países, no en la independencia de las naciones.

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