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THE WALL STREET JOURNAL
La política de Clinton hacia Puerto Rico es
una bomba
por José Fuentes
5 de octubre de 1999
Marca Registrada © 1999 DOW JONES & COMPANY, INC. Todos
los derechos reservados.
Muchos comentaristas han observado que al decidir la oferta
de clemencia para los16 terroristas puertorriqueños convictos,
el presidente Clinton no consideró adecuadamente las perspectivas
de las víctimas de su organización, el FALN (siglas
de Fuerzas Armadas de Liberación Nacional). Pero eso no
es lo único que el presidente parece haber pasado por alto.
Tampoco consideró cómo podían dañar
sus acciones las relaciones entre el pueblo de Puerto Rico y sus
conciudadanos americanos de los 50 estados.
El pueblo de Puerto Rico no ha sido inmune a la campaña
de terror del FALN. En 1975, una bomba detonó en un restaurante
de Mayaguez, Puerto Rico, matando a seis personas e hiriendo a
varios comensales. Además, un oficial de alto rango del
FBI cree que el FALN es responsable de atentados con explosivos
realizados recientemente en Puerto Rico y en Chicago.
Pero lo que más me sorprendió fue que los terroristas
del FALN recibieron clemencia grupalmente. Una completa exoneración
concedida a un grupo criminal, en vez de simples individuos, es,
según tengo entendido, algo que no tiene precedentes en
la historia americana. Temo que esto pueda convertirse en una
nueva norma que origine conflictos. Otras organizaciones terroristas
pueden considerar esta oferta de clemencia como un debilitamiento
de la resolución americana. Lo que a algunos les pareció
un acto de misericordia puede tener el la consecuencia no deseada
de incrementar el peligro para los ciudadanos estadounidenses.
Buena parte de la reciente discusión que acompañó
al otorgamiento de clemencia se centró en la sospecha por
el momento elegido, a la luz de las aspiraciones políticas
de Hillary Clinton; en el notable silencio del Vicepresidente
Gore sobre este tema y en el unánime dictamen de los altos
oficiales del orden en contra de la liberación de los terroristas.
El mayor ausente fue la voz de la comunidad puertorriqueña.
Me temo que el presidente Clinton sólo tuvo éxito
en encender el resentimiento y la sospecha contra el pueblo puertorriqueño,
alimentando la suposición de que todos nosotros apoyamos
el indulto. La mayoría de nosotros no lo hizo. Y no queremos
darles a nuestros conciudadanos americanos la equivocada impresión
de que simpatizamos con el terrorismo. El señor Clinton
debe saber que Puerto Rico está junto a los Estados Unidos
en contra del terrorismo, y que enfáticamente rechazamos
cualquier insinuación en contrario.
Los lazos de buena voluntad mantenidos por generaciones entre
puertorriqueños y americanos continentales podrían
verse afectados a menos que haya un cambio de dirección
de la Casa Blanca. Durante las décadas que siguieron a
la Segunda Guerra Mundial he sido testigo de la lucha por la autodeterminación
de incontables naciones, Puerto Rico se destaca como una notable
excepción. En repetidas consultas electorales realizadas
a lo largo de años, los puertorriqueños han rechazado
consistentemente la independencia (opción que recibió
menos del 3 % de los votos en el referéndum realizado en
Puerto Rico el año pasado) y favorecido firmemente nuestros
fuertes lazos con los Estados Unidos. Aunque los puertorriqueños
están divididos casi en partes iguales entre los que apoyan
la plena estadidad y los partidarios del mantenimiento de nuestro
actual status como Estado Libre Asociado, una aplastante mayoría
está de acuerdo en darle la espalda a la independencia.
Y no se trata de que no apreciemos nuestra relación
con los Estados Unidos. Miles de puertorriqueños han servido
en las fuerzas armadas de los Estados Unidos durante este siglo,
y muchos de ellos han entregado sus vidas en defensa de la libertad.
Esos solemnes sacrificios han sido descriptos como "el impuesto
de sangre" que orgullosamente pagó Puerto Rico por
proteger y promover los ideales americanos. Más aún,
en el siglo que corrió desde que los Estados Unidos tomaron
control de Puerto Rico hemos crecido desde la más abyecta
pobreza hasta alcanzar una robusta prosperidad, y ahora tenemos
uno de los más altos niveles de ingreso per capita de América
Latina. En síntesis, consideramos a los Estados Unidos
como un administrador benevolente en vez de un padre despótico.
Ahora el señor Clinton está a punto de desatar
esos fuertes lazos en dos frentes. Además de su inoportuna
concesión de clemencia, continua sin actuar en otra materia
que preocupa profundamente a los puertorriqueños.
La buena voluntad de Puerto Rico hacia los Estados Unidos recibió
un duro golpe cuando una bomba arrojada accidentalmente por un
jet mató a un civil en nuestra isla de Vieques en abril.
Esta era una tragedia previsible. Nuestra vibrante relación
con los Estados Unidos ha sido dañada en los últimos
años por la continua insistencia de la Marina de Guerra
en efectuar prácticas de bombardeo a corta distancia de
los ciudadanos americanos que viven y trabajan en esta isla, una
práctica no tiene una clara lógica militar.
Esta reciente muerte accidental le dio al señor Clinton
una oportunidad para revertir el curso y poner fin a las innecesarias
prácticas de bombardeo. En cambio, decidió formar
una comisión para estudiar una situación que ha
sido suficientemente estudiada y demanda acción.
Meses después del hecho, y semanas después de
la fecha fijada, la comisión todavía no ha emitido
su informe. Ahora el señor Clinton se encuentra en una
posición incómoda. Luego de los ataques que recibió
por el caso del indulto, la última cosa que quiere hacer
es tomar decisiones de alto perfil con relación a Puerto
Rico. Parece poco probable que la comisión dé el
paso correcto y apropiado de recomendar que la Marina de Guerra
cese sus peligrosas prácticas de entrenamiento en Vieques.
Muchos observadores temen que el señor Clinton se limite
a poner un sello al informe de la comisión y que los bombardeos
de la Marina continúen. Si la Armada insiste en usar Vieques
como campo de tiro, la frustración de los puertorriqueños
podría dar lugar a un estallido de desobediencia civil
sin precedentes.
Muchos puertorriqueños están cuestionando su
fe en el juicio político del presidente Clinton, considerando
el desafortunado tratamiento dado al FALN y la falta de acción
con respecto a Vieques. Desearíamos que los americanos
del continente estuvieran seguros de nuestro afecto y nuestra
lealtad hacia los Estados Unidos. Sólo tengo la esperanza
de que la clemencia a los terroristas del FALN no haga que el
pueblo americano pierda su fe en sus conciudadanos de Puerto Rico.
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