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THE ORLANDO SENTINEL
Los eventos de Washington incitan al nacionalismo:
una mirada desde la isla
por Ivan Roman
3 de octubre de 1999
Marca Registrada © 1999 THE ORLANDO SENTINEL. Todos los derechos
reservados.
San Juan, Puerto Rico - El campeón de peso wélter,
Félix "Tito" Trinidad, no es una figura de la
política local.
Pero su festejo de bienvenida, en el que participaron más
de 100 mil personas envueltas en banderas puertorriqueñas,
paralizando el tránsito en las calles de San Juan, también
podría haber sido un nuevo round en el largo combate de
box que mantienen Puerto Rico y Washington.
Los miles de personas que aguardaban el paso de la caravana
por el parque manifestaron su desagrado cuando apareció
en escena un arreglo floral con las banderas de Puerto Rico y
de los Estados Unidos formadas por claveles. Pronto se escucharon
los gritos pidiendo que se retirara la bandera estadounidense,
porque el triunfo de Trinidad era una victoria de Puerto Rico.
"¡Una sola estrella! ¡Una sola estrella!",
cantaba la multitud, refiriéndose a la bandera de Puerto
Rico.
En cualquier otro momento, hubiera sido un incidente trivial,
incluso perdonable, o quizás sólo una natural muestra
de orgullo por un puertorriqueño que alcanzó un
triunfo, fama o fortuna.
Pero para Puerto Rico estos no son tiempos normales, porque
los eventos ocurridos en Washington D.C., podrían estar
causando el resurgir del nacionalismo local.
Algunos dicen que se debe, principalmente, al resentimiento
hacia los Estados Unidos, que tomó el control de la isla
hace 101 años como botín de la guerra Hispano-Americana.
Los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses, pero
muchos se identifican más como isleños separados.
Esa es la razón por la cual cientos de miles de manifestantes
con banderas puertorriqueñas demandaron el 4 de julio
que la Marina de Guerra estadounidense abandone la isla-municipio
de Vieques, usada desde 1941 como campo de tiro. Surgió
como tema público luego de que una bomba errante matara
a un guardia de seguridad el 19 de abril. Los organizadores de
la marcha pidieron que no se usaran banderas estadounidenses
porque podía convertirse en un elemento de discordia.
Pocas semanas después, muchas más personas llenaron
20 cuadras de una avenida en la zona bancaria de la ciudad, reclamando
la incondicional liberación de los ex presidiarios a los
que ellos llaman patriotas, y a los cuales otros en el continente
les aplican el rótulo de terroristas. Los ex prisioneros
fueron condenados por conspiración sediciosa contra los
Estados Unidos por su participación en las actividades
del FALN, Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. El FALN
se atribuyó la responsabilidad de unos 130 atentados explosivos
en los Estados Unidos, en los que murieron 6 personas y hubo varias
docenas de heridos.
La bienvenida triunfal que recibieron nueve de los prisioneros
liberados en el aeropuerto de San Juan el fin de semana de su
liberación reavivó el fuego de la controversia que
ya envolvía a la oferta de clemencia del presidente Clinton.
Muchos se preguntan por qué una población que
nunca apoyó la independencia de una manera significativa
en las elecciones de los últimos 50 años le dio
la bienvenida a los presidiarios que querían pelear una
revolución armada contra los Estados Unidos.
"¿Qué está ocurriendo aquí,
gente?", preguntó recientemente el Comisionado Residente,
Carlos Romero Barceló, en una convención del Nuevo
Partido Progresista. "¿Por qué permanecen en
silencio cuando algunos dicen que queremos destruir nuestros valores
democráticos?".
Existe cierta dicotomía por la cual la mayoría
en Puerto Rico no es antiamericana y realmente valora su ciudadanía
estadounidense, pero al mismo tiempo -según una encuesta
del diario El Nuevo Día- quiere que la Marina de
Guerra se retire de Vieques.
Inclusive los políticos partidarios de la estadidad,
entre los que se encuentra Romero Barceló, prometen sumarse
a los manifestantes independentistas que acampan en el campo de
tiro, en un acto de desobediencia civil que busca evitar que la
Marina reasuma los bombardeos. Algunos defensores de la estadidad
están tan preocupados por la posibilidad de parecer antiamericanos
que llaman a los programas radiales para pedirle a sus líderes
que pongan fin a su distanciamiento con la Marina. Un legislador
incluso propuso realizar una marcha a favor de América,
con banderas estadounidenses por doquier.
Para quienes alientan desde hace mucho la independencia, la
complejidad y las aparentes contradicciones son señales
de un creciente nacionalismo. Sin embargo, para otros, simplemente
refleja la frustración por lo que consideran una falta
de respeto de Washington, particularmente del Congreso, que a
menudo a expresado su desdén o falta de consideración
por las preocupaciones del pueblo puertorriqueño. Por ejemplo,
cuando se realizaron las primeras audiencias en el senado sobre
el tema de Vieques, el 22 de septiembre, los representantes del
punto de vista puertorriqueño ni siquiera fueron invitados.
"La gente se ha dado cuenta de que los Estados Unidos
no son tan buenos como le dijeron", sostuvo la historiadora
Ivonne Acosta. "En esta cuestión de Vieques, ellos
están viendo ahora el lado oscuro. Están enojados
por los daños causados y el abuso, y están enojados
porque la gente de Washington no nos entiende".
Muchas personas de la isla, de todas las ideologías
políticas, recuerdan los días de estricto régimen
colonial y represión política. Ellos están
dispuestos a respetar a aquellos que dieron sus vidas por su causa.
Les muestran cierta reverencia, por ejemplo, a los nacionalistas
liberados en 1979, que fueron condenados por el ataque al Congreso
en 1954, en el que fueron heridos cinco legisladores.
Para quienes buscan que Puerto Rico se convierta en una nación
independiente, el asunto de Vieques es un paso hacia la desmilitarización
y la libertad, mientras que los partidarios de la estadidad lo
consideran una cuestión de derechos civiles y justicia
social para los ciudadanos americanos.
Estas complejas distinciones y sus explicaciones hacen que
las relaciones entre Estados Unidos y Puerto Rico sean difíciles
de entender.
Favorecida por la mano de obra barata y la exención
impositiva a las corporaciones estadounidenses, Puerto Rico tiene
el más alto standard de vida de Latinoamérica y
sus ciudadanos gozan de muchos derechos civiles otorgados por
la constitución local y la de los Estados Unidos. Mientras
siguen recibiendo miles de millones de ayuda federal y la migración
ofrece la necesaria válvula de escape, la mayoría
de los puertorriqueños está satisfecha, a pesar
de verse atrapados en el turbulento debate político por
el status.
Aunque le fue concedida cierta autonomía hace 47 años,
Puerto Rico no se autogobierna por completo. En la isla, algunos
sostienen que sigue siendo poco más que una colonia, a
pesar de presentar las características tradicionales de
un estado democrático.
Arraigado en la historia de la isla se encuentra el miedo a
expresar cualquier tipo de nacionalismo. La historia también
muestra una resistencia de parte del congreso a los cambios en
el status político que afecten los intereses militares
o económicos del país. Esta combinación ha
impulsado a algunos grupos locales a la resistencia, a veces de
manera violenta.
Para crear el actual status de Estado Libre Asociado (ELA),
los residentes insulares fueron autorizados a organizar un gobierno
basado en una constitución por ellos adoptada, que debía
contar con la aprobación del Congreso. Sin embargo, el
Congreso, que ya había proscrito la estadidad o la independencia
como opciones, hizo cambios a la constitución aprobada,
a pesar de las protestas de los dirigentes insulares. Los votantes
de Puerto Rico ratificaron el status de Estado Libre Asociado
en 1952.
Una ley aprobada localmente en 1948, y luego abolida nueve
años después, convirtió en delito promover
el derrocamiento o destrucción del gobierno insular o publicar,
vender o exhibir cualquier literatura que amenazara al gobierno.
Primero se la empleó para poner en prisión a los
líderes nacionalistas, pero luego fue aplicada a los ciudadanos
comunes que tenían banderas puertorriqueñas o que
visitaban las tumbas de quienes habían sido famosos por
apoyar la independencia. Conocida como la Ley Gag, tuvo el duradero
efecto de hacer que esas personas se convirtieran en parias de
la sociedad, siendo muchos rechazados en los empleos y viéndose
otros obligados a emigrar fuera de la isla.
Pero, a pesar del resentimiento que crearon tales políticas,
nunca hubo un movimiento de importancia a favor de la independencia.
En el último plebiscito de diciembre, ampliamente boicoteado
por algunos grupos partidarios del status independiente, solamente
el 2 % votó por la independencia. El gobernador Pedro Rosselló,
un miembro del partido que alienta la estadidad, no ve los eventos
actuales como señales de un resurgimiento del nacionalismo.
El lo llama "un sentimiento de puertoriqueñidad".
Si Puerto Rico fuera a reclamar su independencia ahora, argumentó
Roselló, el Congreso se la concedería mañana,
dadas las "manipuladas y orquestadas " imágenes
que hacen que la isla parezca antiamericana para quienes están
en Washington.
"Si el pueblo de Puerto Rico quiere la independencia,
no necesita poner bombas o robar bancos", dijo en referencia
a los miembros del FALN liberados recientemente. "Lo que
tiene que hacer es votarla".
Algunos dicen que dada la historia de Puerto Rico, esta opinión
resulta un poco ingenua.
"La expresión nacionalista en Puerto Rico siempre
ha sido cultural, y esa expresión cultural nunca es vista
en términos electorales porque sólo hemos tenido
los últimos 12 años sin represión",
explicó el analista político Juan Manuel García
Passalacqua.
Aludía al descubrimiento, realizado en 1987, de 146
mil prontuarios de aquellos que se sospechaba eran partidarios
de la independencia, efectuados por la policía puertorriqueña
a pedido del FBI
"Mientras era un delito ser independentista, ¿quién
iba a votar a favor de la independencia?", preguntó.
García Passalacqua cree que detrás del constante
flamear de banderas y de la encendida retórica también
subyace un rencor. Los últimos 10 años de frustrada
legislación y audiencias sobre el status de la isla en
el Congreso no han producido una ley que apunte a una auténtica
autodeterminación de Puerto Rico, y significan un claro
mensaje de rechazo a una sociedad relativamente pobre, que habla
otro idioma y tiene una cultura diferente a la de los Estados
Unidos.
Durante las audiencias realizadas el año pasado, el
Congreso anuló cualquier posibilidad de otorgar mayor autonomía
al actual status, el ELA, dispuso que sólo discutirá
la independencia si las bases estadounidenses quedan permanentemente
en la isla, e impulsó el mandato para la educación
pública en inglés en caso de que se considere la
estadidad.
Más recientemente, en las audiencias sobre Vieques realizadas
en 22 de septiembre, la subcomisión de Preparación
Militar del Senado, alentó ese resentimiento cuando su
presidente, el senador James Inhofe, Rep. Okla. , sólo
buscó presentar la opinión de la Marina en esta
confrontación. Sus amenazas de clausurar la Estación
Naval Roosevelt Roads y de recortar los beneficios de la ayuda
federal si no se permitía la permanencia de la Marina fueron
ampliamente considerados en la isla como un intento de chantaje.
Por otra parte, las criticas de los políticos estadounidenses
al acuerdo de clemencia hacen que crezca aún más
el sentimiento en contra de Washington.
Ya sea que encuentren su origen en el resentimiento o en el
nacionalismo, los recientes eventos de Puerto Rico señalan
dicotomías que según algunos no encierran contradicción
alguna. Dadas las décadas de complejos sentimientos entre
los puertorriqueños sobre los Estados Unidos, la resistencia
contra Washington no es incompatible con la valoración
de la ciudadanía americana. Muchos tampoco ven como un
conflicto poner en primer lugar la identidad puertorriqueña
mientras se mantienen estrechos lazos con los Estados Unidos.
Más allá de que el pueblo piense que Puerto
Rico debe ser un estado, un país independiente o continuar
ligado a los Estados Unidos en un "nuevo y mejorado"
ELA, hay una nueva disposición para desafiar a Washington.
"Es la nueva personalidad de Puerto Rico", afirmó
Noel Colón Martínez, ex titular del Colegio de
Abogados y activista independentista.
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