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THE WASHINGTON TIMES

La impotencia de Puerto Rico para detener los ejercicios de la Marina

por Pedro Rosselló

19 de octubre de 1999
Marca Registrada © 1999 THE WASHINGTON TIMES. Todos los derechos reservados.

Imagínese que el estado en el cual habita contiene una comunidad insular en la cual la Marina de Guerra ha estado realizando ejercicios de entrenamiento desde la Segunda Guerra Mundial. Amontonadas en la porción central de esta isla, de escasas 50 millas cuadradas, y puestas en el medio del terreno controlado por la Armada, están las viviendas de 9300 conciudadanos suyos.

Durante más de medio siglo, esta gente subsiste a escasa distancia de constantes bombardeos aéreos y marítimos, a menudo con munición real; su industria pesquera ha sido permanentemente desbaratada; sus exquisitos arrecifes de coral fueron destrozados por los proyectiles y los vehículos anfibios; sus esfuerzos por desarrollar el excepcional potencial turístico de la isla ha sido abortado por un ambiente de zona de guerra; bahías bioluminiscentes con características únicas, especies salvajes en vías de extinción y sitios arqueológicos precolombinos son puestos constantemente en peligro por maniobras militares; las tasas de incidencia de cáncer en la población local exceden significativamente la media estadual; el desempleo es desproporcionadamente alto.

La Marina firma un memorándum formal de entendimiento con el gobierno del estado, en el cual se compromete a fomentar el desarrollo económico y proteger el bienestar de la isla y de sus habitantes. Pero 16 años después, en 1999:

  • El memorándum es letra muerta, ya que se respetan más las formas que la observancia de sus contenidos.
  • Surge a la luz que 263 proyectiles cargados con uranio agotado fueron disparados en la isla desde un jet militar.
  • Un extenso historial de periódicos errores de esa naturaleza alcanza su pico más alto con el accidente producido durante un bombardeo aéreo, que cobra la vida de un residente local y causa heridas a otros cuatro.

Ahora imagínese que la población de su estado se levanta unánimemente para reclamar que la Marina se lleve sus asaltos a otra parte y deje a la isla en paz. Su gobernador, con el solidario apoyo de las principales agrupaciones cívicas, religiosas y políticas del estado, peticiona formalmente al presidente que ordene el retiro de la Armada. Sus senadores y sus representantes en el Congreso toman la causa de quienes los eligieron y de manera unánime respaldan el movimiento.

Ahora viene la parte difícil. Imagínese lo que sucede a continuación.

Usted se levanta una mañana y descubre que no tiene más ningún poder federal. Los residentes de su estado han sido privados de su derecho a votar para elegir presidente; su delegación en el Congreso ha sido reducida a un simple delegado, sin derecho a voto, en la Cámara de Representantes; y los influyentes amigos de la Marina en Capitol Hill están presionando a la Casa Blanca para que rechace la virtualmente unánime petición que le fue presentada en su nombre y en el de sus vecinos de todo el estado.

En esencia, esta es una historia verdadera. El estado en cuestión es Puerto Rico, donde una población que alcanza a 3.9 millones de ciudadanos americanos ha sido obligada a soportar la falta de poder federal como territorio durante 101 años. Por lo tanto no perdimos súbitamente nuestro derecho a votar o la facultad de legislar. Nunca tuvimos ninguno.

La isla a la cual me estoy refiriendo es Vieques. En las afueras de Puerto Rico, su nombre resulta poco familiar y su lucha, ampliamente desconocida. Lo mismo puede decirse de los sacrificios y el heroísmo de los cientos de miles de puertorriqueños que han servido en las fuerzas armadas de los Estados Unidos a lo largo de este siglo, entre los que se incluyen docenas de generales y almirantes y cuatro hombres que recibieron la Medalla de Honor.

La liberación de Vieques de décadas de estado de sitio militar es una causa que podría resolverse en un abrir y cerrar de ojos. Y así sería si Puerto Rico tuviera igualdad cívica como estado de la Unión.

Sin embargo, ante la privación de los derechos ciudadanos del pueblo la cuestión se mantiene en estado de duda:

  • Un Panel Especial sobre Operaciones Militares en Vieques designado por el presidente todavía debe presentar un informe, pasadas seis semanas de la fecha establecida como plazo.
  • Prominentes miembros de la Comisión de Servicios Armados del Senado de los EE.UU. se han comprometido a oponerse al retiro de la Marina en la reunión que realizará la Comisión el 19 de octubre para tratar el tema.
  • Oficiales Navales superiores y personal del Departamento de Marina han tenido la osadía de cuestionar el patriotismo de los ciudadanos americanos de Puerto Rico.

La escena está preparada para un espectáculo trágicamente lamentable. El poder será ejercido en contra lo correcto. Y el poder prevalecerá, a menos que nuestros conciudadanos a lo largo y a lo ancho de América se unan detrás del pueblo de Puerto Rico en una dramática demostración de la decencia humana y el sentido de justicia que tradicionalmente han caracterizado al espíritu americano en momentos críticos como este.

Pedro Rosselló, gobernador de Puerto Rico, es el principal propulsor de la estadidad para este territorio caribeño.

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