Click here to see this document in English.

THE NEW YORK TIMES

En política, tomar una postura étnica ya no es tan sencillo: cómo se hace para captar al diverso electorado hispano

por Adam Nogourney

31 de octubre de 1999
Marca Registrada © 1999 NEW YORK TIMES COMPANY. Todos los derechos reservados.

En otros tiempos parecía muy fácil. Hacia el cierre de cada campaña para la alcaldía de la ciudad de Nueva York los candidatos se dirigían al Lower East Side donde, rodeados de cámaras, comían un knish (pastel relleno judío) o un emparedado de pastrami y hacían declaraciones sobre lo mucho que amaban a Israel. O bien hacia el final de la campaña presidencial, los candidatos hacían una aparición en el vecindario polaco de Chicago para probar un poco de kielbasa (una clase de embutido), formulaban una denuncia contra la dominación soviética en Europa Oriental y se tomaban más fotografías. Esta era la política étnica en su forma primaria, se especulaba sin admitirlo con que los gestos más elementales, una visita, una foto, un par de proclamas favorables, producirían dividendos bajo la forma de "voto judío" o "voto polaco".

Súbitamente, esos tiempos se ven como algo muy lejano. La política étnica, que nunca fue tan simple como algunos políticos creían, ha alcanzado un nivel de complejidad que confunde a los políticos de toda la nación. Esto se ha vuelto especialmente evidente en el mayor caldero de la política étnica de los Estados Unidos, Nueva York, donde compiten por llegar al Senado Hillary Rodham Clinton, la primera dama, y Rudolph W. Giuliani, el alcalde, una competencia que parece suministrar una intrincada hoja de ruta del rumbo que toma la política étnica en América.

Por supuesto, ganarse el voto judío en Nueva York jamás fue sólo cuestión de comer un bocadillo kosher, así como capturar el voto hispano en Texas o en California demandó más que la simple habilidad para pronunciar algunas líneas en español. Actualmente, los candidatos se ven forzados a tomar posiciones en complicadas cuestiones, enfrentando los supuestos intereses de un grupo étnico con los de la mayoría de la población, o dividiendo a los miembros de un electorado aparentemente sólido por generación, ideología y nivel económico.

Estas presiones aparecen en un momento en que grupos que antes tenían una importancia marginal en la política electoral -principalmente los votantes hispanos, cuya importancia casi rivaliza con la de los negros en algunas partes del país- se han convertido en fuerzas poderosas, informadas sobre los distintos temas y que saben cómo moverse dentro del sistema. La concepción de que el electorado está compuesto por bloques que piensan de manera uniforme, preocupados únicamente por temas locales y que pueden ser manipulados con facilidad, constituye una verdadera antigüedad.

"Ya no se puede hacer política simbólica", afirmó Lyn Cutler, un operador demócrata con años de experiencia que actualmente asesora al vicepresidente Al Gore en la Casa Blanca. "Honestamente, pienso que la forma en que lo hacíamos en el pasado no era respetuosa. Era como 'ya me saqué ese tema de encima, me comí el knish'. Hay menos voto basado en diferencias étnicas".

El representante del Bronx, José E. Serrano, destacado miembro puertorriqueño de la Cámara manifestó: "Hubo un tiempo en el que bastaba con que dijeras unas pocas palabras en español o comieras la comida hispana que resultaba adecuada y ya eras un 'amigo'. Ahora, las cuestiones son más profundas."

En el nuevo y sofisticado ambiente político, ya no alcanza con hacer la gira por el itinerario de las "tres i", Israel, Italia e Irlanda, en la preparación de una campaña por Nueva York. No hace mucho, Giuliani y la señora Clinton se vieron forzados a escoger entre lo que el Departamento de Defensa describió como la seguridad nacional en Puerto Rico y las preocupaciones de los dirigentes locales sobre la seguridad de la isla, cuando el Pentágono manifestó su intención de continuar con las prácticas de bombardeo en ese territorio. (Giuliani y la señora Clinton optaron por Puerto Rico).

De manera similar, la señora Clinton es presionada actualmente para tomar posición sobre una solicitud presentada al presidente Clinton para que otorgue clemencia a Jonathan Jay Pollard, un ex analista de inteligencia estadounidense que cumple una condena a cadena perpetua por espiar a los Estados Unidos. Giuliani pidió que Clinton libere a Pollard.

El episodio más incómodo, al menos para la señora Clinton, se produjo en el verano, después de que el presidente Clinton otorgó clemencia presidencial a 16 presos miembros del FALN, un grupo separatista puertorriqueño que realizó actividades terroristas. Cuando Bill Clinton formuló su oferta por primera vez, ella la apoyó tibiamente, y los republicanos denunciaron que el presidente había querido conseguir el apoyo de los votantes hispanos para su esposa.

Al desatarse el escándalo, la señora Clinton retiró su apoyo a la clemencia, y fue atacada, simultáneamente, por los líderes puertorriqueños, por un lado, y los críticos republicanos, por el otro. Para la señora Clinton fue un bautismo poco feliz en la política étnica de Nueva York.

Lo que más desconcertó a los partidarios puertorriqueños de la señora Clinton fue que formulara declaraciones. En otros tiempos, hubiera tenido sentido adoptar reflexivamente una posición que muchos republicanos ­así como muchos comentadores políticos independientes- consideraron era la postura obvia que debía tomar un candidato para captar este importante segmento del electorado.

A decir verdad, los puertorriqueños que viven en los Estados Unidos se encuentran divididos sobre si la isla debe ser independiente. El FALN fue noticia durante años, y muchos jóvenes americanos de origen puertorriqueño tienen muy poco conocimiento de su actuación. E incluso entre aquellos que conocen al grupo y apoyan su objetivo de alcanzar la independencia de Puerto Rico, no existe evidencia de que apoyen mayoritariamente sus tácticas.

"Es complicado", dijo Joseph A. Wiscovitch, un consultor político que trabajó en asuntos hispanos con candidatos demócratas y republicanos, entre los que se incluye Giuliani. "Algunos latinos se preguntan por qué se gasta tanta energía en el FALN en lugar de invertirla en educación. Hablamos de la mayoría silenciosa". Incluso Serrano opinó que no hay un gran beneficio electoral en abogar por la clemencia: "No sé si eso reportará muchos votos".

Como era de esperar, los hispanos han atraído la atención de la mayoría de los políticos de la nación. Este grupo de votantes lidera la cambiante dinámica de la política étnica, superando a los negros como segmento de la población, si bien permanecen hasta la fecha como una parte menor del electorado, debido a requerimientos de ciudadanía y edad, explicó John H. Mollenkopf, director del Centro de Investigación Urbana del Centro de Graduados de la City University of Nueva York. A nivel nacional, los hispanos representaron un 5 % de los votantes el año pasado, por encima del 3 % de 1992. En la ciudad de Nueva York, alcanzaron un 20 % de los votos en la elección de alcalde de 1997, en comparación con el 13 % de 1993.

Pero los hispanos constituyen un grupo cada vez más grande y diverso en lo que respecta a su país de origen, ideología y nivel económico. Si alguna vez existió algo parecido a un "voto hispano", ya no existe más. Los votantes hispanos, como muchos otros grupos étnicos están mejor informados que antes. Hay cadenas de televisión en español, emisoras de radio y periódicos. "Ahora disponemos de información en español las 24 horas, para quienes todavía no tienen fluidez en inglés", dijo Serrano. "Hubo una época en la que uno no podía comprender los asuntos porque no se los cubría en el idioma que sabíamos".

También están emergiendo diferencias generacionales en los puntos de vista de los grupos étnicos. La cuestión que resultaba de fundamental importancia para una generación de inmigrantes, y que la hacía vulnerable a las sencillas convocatorias de los políticos, se ha convertido para sus hijos y nietos americanos en apenas una más de sus tantas preocupaciones. En Florida, los viejos cubano-americanos siguen tan apasionados como siempre en su oposición a Fidel Castro, pero la siguiente generación no necesariamente heredó ese encono.

Alguna vez se consideró impensable que un candidato de Nueva York apoyara la creación de un estado palestino, y la señora Clinton fue muy criticada cuando lo hizo. Pero la señora Cutler, que es judía, declaró que había descubierto que a sus propios hijos, a pesar de estar extremamente preocupados por Israel, no les perturba la noción de un estado palestino. " Es muy sutil, pero esa es la diferencia", dijo.

¿Cómo responde un político a esta cambiante dinámica? Se puede encontrar una pista en las campañas presidenciales, en las cuales no sorprende escuchar casi todos los días a un candidato presidencial de origen anglosajón hablando en español. En una aparición en un banquete hispano realizado hace unos días en Washington, el gobernador de Texas, George W . Bush, que tiene una considerable experiencia en atraer los votos de los americanos de origen mexicano, se jactaba de que no había tenido que adaptar su discurso para esa audiencia, porque ésta ya compartía sus valores. El no tuvo que decir nada especial para atraer a los hispanos. Y a continuación, sin perder el ritmo, Bush comentó que no podía ir a ninguna parte sin que le preguntaran si está buscando el voto hispano.

"¡Por supuesto!", respondió Bush en español.

Legislación sobre la autodeterminación | Página inicial del Puerto Rico Herald
Quiosco de periódicos | Puerto Rico | Gobierno de los EE.UU. | Archivo
Búsqueda | Lista de direcciones de correo | ¡Contáctenos! | Opinión