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THE NEW YORK TIMES
Los Puertorriqueños lograron hacerse escuchar
en Washington, pero quieren mucho más
por Francis X. Clines
5 de diciembre de 1999
Marca Registrada © 1999 THE NEW YORK TIMES. Todos los derechos
reservados.
VIEQUES, P.R. Una y otra vez durante décadas los
marines de los Estados Unidos han desembarcado en Yellow Beach
bajo una lluvia de proyectiles y ganaron el vital campo de batalla
simulado en que se ha convertido el tercio oriental de esta pequeña
y exuberante isla.
Pero ahora no, y ya nunca más, de acuerdo con la resolución
del senador Rubén Berrios Martínez, el legislador
puertorriqueño y líder del Partido de la Independencia
que lleva las de ganar con el mero poder que le dan los panfletos.
En siete meses de protestas pacíficas originadas por
la muerte de un civil durante el transcurso de un bombardeo, el
senador ha conducido a docenas de furiosos ocupantes que bloquean
las playas donde se realiza el entrenamiento de los anfibios de
la flota atlántica de la Marina de Guerra de los Estados
Unidos.
Los ocupantes se las han arreglado para transformar el lugar
donde se realizan las prácticas de la Marina de Guerra
en un inminente bastión del nacionalismo en la larga lucha
de Puerto Rico por una definición a la sombra de los Estados
Unidos.
"Será un triunfo acumulativo", predijo Berrios
hoy mientras patrullaba cuidadosamente las limpias arenas de Yellow
Beach y rechazaba la última oferta de negociación
de la administración Clinton para devolver gradualmente
el control total de la isla a sus 9.300 residentes.
"Pero ahora estamos en la pantalla de su radar y todo
esto es un gran triunfo en la batalla por la descolonización",
manifestó Berrios, reconociendo que estaba tan sorprendido
como determinado en conseguir la completa y urgente atención
de Washington.
Esta comprensión del creciente poder político
de los puertorriqueños finalmente está siendo escuchada
en los más altos niveles tras siglos de subordinación
colonial y es hondamente celebrada tanto en la isla principal
de Puerto Rico, ocho millas al oeste como en este verde pedazo
de tierra que la Marina de Guerra ha usado a su antojo desde la
Segunda Guerra Mundial.
"Fuera la Marina de Guerra", rezan los carteles que
salpican la rica y caleidoscopica escena de San Juan, mientras
el gobernador Pedro Rosselló y otros líderes políticos
puertorriqueños de todo el espectro político se
hacen eco de la firmeza de Berrios, primer político de
San Juan que optó por el camino de la desobediencia civil.
Ahora, él y los ocupantes que lo acompañan pueden
reírse en sus tiendas castigadas por la tormenta del hecho
de que hace 28 años fue arrestado de inmediato y condenado
por la Legislatura de Puerto Rico por realizar una protesta similar.
Esta vez su acción fue bendecida por la Legislatura como
una función legítima y necesaria de la tarea legislativa.
En 1971, Berrios apenas pudo permanecer tres días antes
de ser puesto en prisión durante tres meses. "Y ahora,
siete meses en la playa son una pequeña victoria",
dijo en una entrevista, refiriéndose a los distintos cambios
producidos. Entre estos se encuentra la gran marea de americanos
de origen hispano que está cobrando poder político
en los Estados Unidos, destacó, y una creciente comprensión
internacional de que si Washington puede colaborar con Gran Bretaña
para que esta limpie su pasado colonial en Irlanda del Norte,
por qué no se ocupa también de los persistentes
agravios a Puerto Rico en su propia territorio.
Esta cuestión se hizo evidente para muchos puertorriqueños
el mes pasado, cuando los principales líderes europeos
votaron como miembros de la Internacional Socialista no sólo
para apoyar la causa de Vieques sino para elegir al senador Berrios
como su presidente.
Contemplando su campamento al pie del puesto de observación
de la Marina en Vieques, dañado por el viento, el senador
insistió en que la simple escena de la resistencia tenía
el poder de revivir la causa de la independencia, un minúsculo
movimiento eclipsado en las cuatro décadas transcurridas
desde que Puerto Rico se convirtió en Estado Libre Asociado
de los EE.UU., un status que los votantes puertorriqueños
han favorecido repetidamente en los plebiscitos.
"Esta es una metáfora, un preludio de lo que va
a ocurrir muy pronto en todo Puerto Rico", expresó
Berrios. "Porque los Estados Unidos no pueden vivir con un
remanente imperial del siglo 19 como Puerto Rico. No está
siendo auténtico con su historia ni con su futuro".
Los campamentos de la resistencia han crecido junto con las
visitas a Vieques de los líderes institucionales que se
apresuran a subirse a una causa que según las encuestas
está siendo abrazada por una gran parte de la población
puertorriqueña. Es una de las pocas materias en las cuales
los puertorriqueños de todas las banderías políticas,
partidarios del ELA, de la estadidad y de la independencia, parecen
estar unidos. Esta semana la jerarquía de la Iglesia Católica
efectuó su propia demostración de fuerza, emitiendo
llamados parroquiales a la solidaridad con Vieques, incluso mientras
un grupo de combate de la Marina de Guerra liderado por el portaaviones
Eisenhower se retiraba de los campos de entrenamiento por orden
de Washington.
Otro ocupante de Vieques, Fernando Martin, profesor de derecho
de la Universidad de Puerto Rico y vicepresidente del Partido
de la Independencia, manifestó: "El asunto de esta
pequeña isla le ha tomado más tiempo al presidente
Clinton, y me atrevería a decir más ansiedad, del
que toda la cuestión de Puerto Rico ha recibido por parte
de los presidentes estadounidenses, desde MacKinley hasta el presente".
La última propuesta de Clinton, devolver Vieques al
control local dentro de cinco años, reparar la isla de
52 millas cuadradas con $ 40 millones para ayuda y hacer que la
Marina efectué prácticas solamente con munición
"inerte", fue rechazada por los líderes políticos
puertorriqueños que la consideraron inadecuada. Los asaltos
inertes caerían con todo el poder de las "inertes"
cabezas de plomo de las balas, advirtieron los isleños.
"Es otro truco", dijo quejándose un pescador
del poblado Esperanza, en medio de los rumores y las especulaciones
que circulan diariamente sobre la decisión de Washington.
"Clinton nos está silenciando para así poder
meter agentes federales para que arresten a los ocupantes",
insistió el pescador en el muelle antes de partir hacia
los campos de protesta por la turbulenta ruta marítima
en torno a los centinelas terrestres de los Marines.
En puntos críticos donde viran los navíos, ubicados
a lo largo de la costa sudoriental, los ocupantes saludan al barco
desde sus chozas construidas con desechos de la Marina de Guerra,
recolectados durante los siete meses de permanencia. Los medios
de comunicación de Puerto Rico y últimamente de
todo el mundo, recorren la zona para cubrir una historia que ha
capturado la atención del estado asociado.
"Hay un fuerte consenso en todo Puerto Rico que nunca
antes existió", señaló Robert Rabin,
director del museo El Fortín de Vieques, que tiene un rico
patrimonio sobre la historia de cinco siglos de pretensiones imperiales
extranjeras en Puerto Rico. "Este es un momento histórico
para Puerto Rico", dijo Rabin de la desobediencia civil inspirada
en la antes impensable idea de resistirse a las pretensiones de
la maquinaria de guerra de los Estados Unidos. "Cientos de
personas de todo el espectro político, pescadores, amas
de casa, maestros de escuela, líderes políticos,
están unidos por primera vez por una causa".
Varios oficiales del Pentágono han insistido en que
el teatro de operaciones de Vieques no puede ser duplicado en
otro lugar y que su pérdida resultaría en un entrenamiento
precario de las fuerzas americanas. Pero Berrios, 60, especialista
en derecho internacional educado en las universidades de Harvard,
Oxford y en la Facultad de Derecho de Georgetown, menciona argumentos
en contrario de autoridades como el senador Daniel Patrick Moynihan,
retirado demócrata de New York que entrenó aquí
como joven marinero y fue el primero en quedar fascinado por la
política de poder de Washington y San Juan. Berrios incluso
cita la marginal nota de simpatía hacia Vieques del Presidente
Clinton, revelada por la Casa Blanca en una respuesta a una carta
de Berrios. "Esto es incorrecto", dijo Clinton al describir
el estado de "mancomunidad colonial" de la isla.
Aquí en Yellow Beach, con las armas silenciadas, Berrios
se aferra a esa nota más que a las última propuesta
formal de la administración en su esfuerzo por resolver
este problema que antes era un remanso y que ahora ocupa las pantallas
de radar más allá de los puestos de playa de la
Marina.
"¿Están alineados los planetas?", se
pregunta Berrios con una gran sonrisa. Se pregunta en realidad
si Clinton mantendrá su posición personal ante los
reclamos y la resistencia de la Marina de Guerra. "Si ellos
acceden a retirarse sin arrojar una bomba más, ganamos
nosotros", dijo Berrios, cómodamente instalado en
el campamento de protesta. "Si nos arrestan, ellos pierden".
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