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EDITORIAL

THE FLORIDA TIMES-UNION

La Armada entrega premios en el Caribe

4 de febrero de 2000
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Sin embargo, no parece posible.

El gobernador del territorio estadounidense acordó ­ contra el pago de un precio ­ permitir las actividades de entrenamiento de la Marina en Vieques, una isla frente a las costas de Puerto Rico, y también autorizar a los residentes a decidir por medio de una consulta popular si el entrenamiento debe continuar o no.

Aparentemente, esto significa que la Marina podrá enviar un grupo de batalla de portaaviones a esta zona, donde las fuerzas navales han estado desarrollando entrenamientos con municiones cargadas durante casi 60 años.

La Marina es propietaria de ambos extremos de la isla de Vieques. Pese a ello, aproximadamente 9.000 personas viven en una franja central que se extiende a unas millas de distancia de la zona donde se utilizan explosivos. Justamente el año pasado una bomba errante mató a un guardia de seguridad civil y desde entonces, varios grupos interesados comenzaron a exigir que se dejen de utilizar armas cargadas.

Conforme lo dispuesto en el nuevo acuerdo, la Marina realizará los entrenamientos utilizando armamento de salva, y reducirá a la mitad la duración de los entrenamientos.

Los oficiales de la Marina explican que Vieques resulta ideal a los fines del entrenamiento y que no es posible reproducir las mismas condiciones en otro lugar.

El tema combina elementos de política local y de política estadounidense. Sólo una pequeña minoría de portorriqueños ­de acuerdo con una reciente votación, 3 por ciento-está a favor de la independencia, y el resto se divide entre quienes desean convertirse en un estado y quienes apoyan el status quo. Quienes desean ser independientes son los que patrocinan la campaña contra la Marina.

El acuerdo establece que los portorriqueños deberán votar aproximadamente el 1º de mayo de 2001.

En caso de que el voto favorezca los intereses de la Marina, el gobierno federal pedirá al Congreso unos US$ 50 millones para ayudar a Vieques, que se sumarán a los US$ 40 millones que los Estados Unidos pagarán de inmediato por haberse firmado el mencionado acuerdo temporario, explica el Washington Post. En total, unos US$ 10.000 por residente, situación que nuevamente lleva a pensar si no resultaría más económico comprar los terrenos privados, incluso pagando un sobreprecio.

Si la votación no beneficia a la Marina, ésta deberá entregar en mayo de 2003 el extremo oriental de la isla, donde se desarrolla el entrenamiento con munición cargada.

Muchos periodistas no se han dado cuenta de que toda esta cuestión no es más que un regalo de tierras, que los contribuyentes estadounidenses deberán solventar. Además de los US$ 40 millones en efectivo, el gobierno federal desea entregar la mitad occidental de la isla, es decir unos 8.000 acres, a Puerto Rico. Lo que significan otros US$ 180 millones.

En caso de que la votación no favorezca a los Estados Unidos, el país terminará entregando a Puerto Rico otros 8.000 acres en el extremo oriental de la isla.

Resulta obvio que los residentes de Puerto Rico desean expulsar a la Marina y obtener millones de dólares en efectivo y tierras que bien pueden valer miles de millones.

El Congreso debería rever el acuerdo propuesto y, a menos que exista algún beneficio oculto para los contribuyentes, es su deber detener toda esta cuestión, y forzar al gobierno federal a buscar un plan alternativo más razonable y responsable.

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