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The Columbus Dispatch

Puertorriqueños sin voto: ¿Y nosotros qué?

by Glenn Sheller

24 de noviembre de 2000
Copyright © 2000 Columbus Dispatch. Todos los Derechos Reservados.

El malestar nacional causado por el caos electoral en Florida representa una oportunidad única para Puerto Rico, cuyos residentes han reclamado infructuosamente durante años el derecho a votar en las elecciones presidenciales estadounidenses.

A pesar de que los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses desde 1917, en virtud de una ley aprobada por el Congreso, su isla no es un estado, por lo cual no tiene voto en el Colegio Electoral, el mecanismo constitucional por el cual es oficialmente elegido el presidente luego de la votación popular.

Esto produce molestas anomalías a los puertorriqueños. Aquellos que residen en el continente están autorizados a emitir el voto presidencial en el estado en el cual viven, como cualquier otro residente continental.

Pero si regresan a Puerto Rico, pierden ese derecho.

Esto es especialmente irritante para los puertorriqueños, porque varios millones de americanos nacidos en el continente que residen en el exterior retienen su derecho a votar al presidente, a través del voto de ausentes.

Esto significa que un nativo de New Jersey que actualmente vive en un "yurt" en las estepas de Mongolia puede enviar su voto de ausente por correo y tener más influencia en la elección presidencial que los 2,4 millones de votantes de Puerto Rico, que son ciudadanos estadounidenses y residen en un territorio de los EE.UU.

Los puertorriqueños se quejan, con toda razón, de que siempre han estado sujetos al reclutamiento militar y han luchado y muerto en cada guerra americana desde 1917, y a pesar de ello no tienen derecho a participar en la selección del comandante en jefe de la nación.

Entretanto, uno de los servicios militares del comandante en jefe, la Marina de Guerra de los EE.UU., usa Vieques, una pequeña isla habitada que pertenece a Puerto Rico, para prácticas de bombardeo. Esto no sólo produce ruido y altera los nervios; no hace mucho un bombardeo causó la muerte accidental de un guardia de seguridad civil puertorriqueño y provocó una tensa confrontación entre activistas y la Marina.

Hartos de tanta injusticia, el mes pasado un grupo de ciudadanos puertorriqueños recurrió a la justicia en San Juan, la capital de Puerto Rico, y obtuvo un fallo de un juez federal que permitía a los residentes en la isla votar por el presidente.

Pero esa decisión fue rápidamente revocada por una corte federal de apelaciones del continente.

Y allí, argumentando contra el derecho de los puertorriqueños a votar en las elecciones presidenciales, estaba el Departamento de Justicia de los EE.UU., un rama ejecutiva del gobierno federal que ¿saben de quién depende? del presidente.

Los frustrados puertorriqueños observan ahora el espectáculo de Florida, cuyos residentes disfrutan del derecho a votar al presidente desde 1945, aunque el triste desempeño de este año refuta la teoría de que todo mejora con la práctica.

La elección de Florida es un papelón que podría ser pasado por alto si lo que estuviera en juego fuera una banca en el Congreso o el cargo de gobernador. El resto de la nación podría ignorarlo. Pero se trata de una elección presidencial y Florida se ha convertido en un hueso atragantado en la garganta del país entero.

Con cada día que pasa sin resolución, crece el número de americanos que aprobaría cortar la península de Florida para que quede flotando sola en el Golfo de México, donde podría sentirse como en casa en compañía de algunas republiquetas caribeñas.

Este creciente sentimiento abre una gran oportunidad para Puerto Rico.

La nueva gobernadora de la isla, Sila María Calderón, debería convocar una conferencia de prensa y hacer la siguiente propuesta al resto del país:

"El Estado del Sol ha demostrado que está en la más absoluta oscuridad con respecto a cómo realizar una elección presidencial competente. Por lo tanto, retírenle el voto presidencial a Florida y concédanoslo a nosotros. Prometemos hacerlo mejor. Por cierto, no podemos hacerlo peor".

Para endulzar la propuesta, Calderón podría también ofrecer deponer la oposición de su gobierno a las prácticas de bombardeo de la Marina en Vieques, siempre que la Armada acuerde usar como objetivo las ahora celebres máquinas perforadoras de votos de Florida.

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