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Elecciones estadounidenses espolean la autodeterminación
de Puerto Rico
El Personal del PR Herald
16 de noviembre de 1998
©Marca Registrada Puerto Rico Herald
Cuando los 3.8 millones de ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico
acudan a las urnas para el plebiscito sobre status del próximo mes,
deberían sentirse animados a causa del resultado de las elecciones
estadounidenses recientes. A diferencia de previos plebiscitos en que muchos
creían que sus preferencias para un status u otro no serían
escuchadas por Washington, actualmente existe un motivo verdadero para pensar
que una decisión a favor del pleno autogobierno -- la independencia,
libre asociación o estadidad -- será acudida favorablemente
por el 106º Congreso y el Presidente Clinton.
¿Por qué ocurrió este cambio?
En términos sencillos, el escepticismo sobre las metas de Washington
ha sido reemplazado por las realidades de las cabinas electorales. El voto
hispano por todos los Estados Unidos, que alcanzó el récord
de unos 5% de todos los que votaron el 3 de noviembre, tuvo impacto fundamental
en el resultado de carreras importantes congresionales y gubernativas desde
Nueva York a California, desde la Florida a Tejas. Los candidatos de todos
los niveles de gobierno triunfaron o fracasaron debido en gran parte a su
interés y apoyo del electorado hispano.
La afiliación con un cierto partido político no garantizaba
el éxito entre los que pronto formarán la minoría más
grande de este país. Los republicanos ganaron bien en Tejas y la
Florida donde los hermanos Bush capturaron ambas cámaras estatales
con el respaldo hispano de 40% hasta 60%. Igualmente impresionante eran
las ganancias demócratas en el Congreso en Nueva York y California,
impulsadas otra vez por las grandes mayorías hispanas.
Queda claro que los votantes enviaron un mensaje: el voto hispano no
puede darse por sentado, y no pertenece exclusivamente a ningún partido.
Las posturas de los candidatos y los partidos respecto a asuntos de importancia
a los hispanos determinan quién recibe su apoyo.
Y los 30 millones de hispanos del continente americano respaldan la autodeterminación
para Puerto Rico. Su abogacía, apoyada por más de 100 organizaciones
hispanas de la gente común en los 50 estados, era el factor clave
en la aprobación de HR 856, La Ley EE.UU. - Puerto Rico sobre el
Status Político, y Sen. Res. 279. Los dos están a favor de
la determinación final del status político de Puerto Rico
a través de un referéndum con las opciones de la estadidad,
independencia o libre asociación.
La misma abogacía resultará en adicionales pautas legislativas
en Washington en 1999, si es que los votantes puertorriqueños elijan
un status político permanente en el plebiscito de 1998 y pidan que
el Congreso y el presidente lo implementen. Éste es el escenario
que se espera acontezca.
Los miembros del Congreso y del brazo ejecutivo descubrirán que
los hispanos por toda la nación depositarán sus papeletas
de año 2000 a favor de aquellos candidatos que les aseguren que --
después de 500 años de gobierno colonial, 100 bajo la jurisdicción
americana -- Puerto Rico al fin y al cabo obtendrá el pleno tratamiento
igual, o sea como una nación independiente o como un miembro plenamente
incorporado en la Unión de los Estados Unidos como el 51º estado.
Con el papel crítico jugado por el creciente y cada vez más
importante voto hispano, ningún partido político, ni Demócrata
ni Republicano, puede ignorar las consecuencias de sus posturas respecto
a los asuntos que le importan a esa comunidad. Hacerlo es correr un riesgo
electoral.
Por supuesto, no es para mucho decir que las posibilidades del Partido
Republicano para re-ganar la presidencia y retener su control en el Congreso
están relacionadas directamente con su capacidad de alcanzar a los
hispanos. El voto hispano es fundamental en los grandes estados electorales
de los cuales el triunfo de su candidato presidencial tanto depende. Como
demostrado en 1998, los demócratas no tienen a todos los votos hispanos,
pero ni tampoco los tienen los republicanos.
Para ganar en el año 2000, el GOP debe extender la moderación
compasiva que les ha dado la ventaja a los gobernadores republicanos en
las cámaras estatales y nacionales del país. Tanto el candidato
presidencial del partido como sus miembros en la Cámara Baja y el
Senado, deben mostrarse sensibles a los asuntos hispanos, con el tema de
la autodeterminación de Puerto Rico ocupando el lugar #1 de importancia.
Y aquella sensibilidad no debe comenzar a demostrarse durante el otoño
del año 2000, sino que al comienzo del 106º Congreso en enero
de 1999. La manera en que los representantes y senadores republicanos responden
y actúan sobre el resultado del plebiscito sobre status de 1998,
y la postura adoptada por los potenciales candidatos presidenciales respecto
a la estadidad, independencia o libre asociación de Puerto Rico,
tendrá impacto significativo en determinar si el año 2000
marcará el regreso a la Casa Blanca y la retención del control
congresional de los republicanos.
Al otro lado de la nave, los demócratas deben mantener su ímpetu
a favor de la autodeterminación de Puerto Rico para no sufrir adicionales
incursiones entre los votantes hispanos. Ya han visto el deterioro del apoyo
hispano por algunos 10% desde 1996, así que no pueden arriesgar la
pérdida de aún más por parte de este bloque influyente.
Queda bien claro lo que este asunto les significa a los votantes puertorriqueños.
Un voto a favor de la estadidad, la independencia o la libre asociación
el próximo mes tendrá consecuencias significativas para Puerto
Rico. El Congreso recibirá el status político seleccionado
el 13 de diciembre, como también lo hará el Presidente Clinton
que ya ha expresado tales intenciones.
Para los puertorriqueños, su sueño de hace siglos para
el autogobierno, la igualdad bajo la ley y la dignidad humana, al fin está
a su alcance.
Como residentes del 51º estado, podrán participar plenamente
en el sueño americano, reconociendo que su ciudadanía estadounidense
es garantizada por la constitución. Tendrán representación
en el Congreso y un voto en las leyes y regulaciones que gobiernan sus vidas
cotidianas.
O, como ciudadanos de una nación nueva -- un Puerto Rico independiente
o libremente asociada con los Estados Unidos -- tendrán una nacionalidad
y constitución nuevas, con el control completo de su destino económico
y político.
En cualquier caso, podrán seguir en adelante con su idioma y herencia
cultural, protegidos o por la Constitución estadounidense o por su
nueva Ley Suprema de su tierra.
Emparejado con los avances legislativos sobre la autodeterminación
de Puerto Rico hechos por el 105º Congreso, el resultado de las elecciones
de este año no puede menos de garantizar una recepción favorable
por parte de Washington a un voto a favor del pleno autogobierno hecho por
los votantes de la isla el 13 de diciembre de 1998.
El futuro de Puerto Rico ahora queda en las manos de sus 3.8 millones
de ciudadanos estadounidenses.
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